1.- En esta época en la que nos peleamos por un rayo de sol, la lectura de los periódicos nos conduce indefectiblemente a las mismas noticias, un día y otro: la corrupción, la picaresca, la pandereta. Cuando la bendita Transición se hacía política, ahora se chanchullea y se practica la inveterada táctica del "y tú más". No hay quien vea los telediarios, que te conducen a la depresión y cada español, igual que cada argentino desde hace muchos años, necesitará pronto un sicoanalista. La costumbre de los argentinos a sicoanalizarse no es nueva; ya viene desde mis tiempos allá, posiblemente para curarse de la dictadura terrible que padecieron. Aquí, la necesidad inmediata nos viene del "y tú más" y de la izquierda mentecata del "todos y todas". El otro día vi un programa en la tele autonómica, esos debates que presenta y modera -muy bien- Carmelo Rivero, en el que una señora de Nueva Canarias dijo noventa veces "todos y todas". Pero, además, innecesariamente. Aposté con mi santa cuántas veces lo iba a largar y salía a cuatro o cinco por intervención. Patético.

2.- Esto que he contado, lo del "todos y todas", da idea de la estupidez al uso. ¿Cree esta pobre gente que aludiendo a los dos géneros va a obtener más votos o va a dejar más patente los derechos de ellos y ellas? Mierda. Hay que usar el epiceno, mujer, y si no sabes lo que es -que seguramente, no-, pregunta. Algún lingüista debe haber en el partido. Imagina que yo me dirigiera a una concurrencia diciendo: "Grillos y cucarachas". Coño, no abusen, que los abusos son siempre malos: "Elefantes y elefantas", "médicos y médicas". Ya está bien, ¿no?

3.- Igual que Isabel viendo llover en Macondo, he estado estos días grises y lluviosos, frente a la ventana, esperando a que escampe. Jamás, que yo recuerde, había pasado algo igual en Tenerife: una semana lloviendo sin parar. Nos estamos acercando precisamente a Macondo, el pueblo ficticio del gran García Márquez en donde siempre llovía. Pues lo mismo en Tacoronte. El otro día estuve en el cementerio de este pueblo y me detuve a rezar en la tumba de Alfonso García-Ramos. Han pasado 34 años desde el día de su muerte, hoy tendría 84. La escritura de Alfonso, el catedrático Gregorio Salvador, luego académico de la Lengua, la llegó a comparar con la del Nobel colombiano. Desde luego, los dos componían relatos mágicos. Y, si no, lean "Guad", cuyo original tengo guardado, firmado y dedicado por Alfonso el día que ganó el "Pérez Armas".

achaves@radioranilla.com