Paso a continuación a hablarles del célebre don Alonso Tabares, cuyas principales aficiones eran las de pasear y recoger flores por la vega lagunera, asistir a las tertulias que se hacían en la peluquería "La Higiénica" y salir los jueves y domingos a cazar conejos, principalmente en sus predios de Bajamar, en la costa lagunera, siendo abuelo de mis buenos amigos Diego y José Mari Tabares y Ana-Beatriz y Juan Fuentes Tabares, que son los primeros en reírse de las "coñadas" y excentricidades de su mismísimo abuelo.

En una ocasión estaba don Alonso en La Laguna, concretamente en la peluquería "La Higiénica" (¡qué pulcro y original nombre!), justo al lado de Juan Penedo, amigo, tocayo y compañero de perrerías de mi abuelo paterno Juan Bautista Oliva, dos protagonistas básicos del humor que se fraguaba en la ciudad de Aguere en las décadas de los treinta y cuarenta del pasado siglo. Dicho negocio de "arrancapelos" tuvo como pionero a Juancito y que heredara su hijo Pepe, orfeonista de pro, junto a su esposa, que fue la costurera que me hiciera mi primer pantalón largo en su casa de la calle Anchieta.

En un momento de la conversación que se desarrollaba en la citada peluquería el tema era la cacería, las escopetas, los hurones y, cómo no, los perros, siendo en ese momento cuando uno de los de la reunión dice: "Porque me han dicho que hay perros más inteligentes que los amos". A lo que responde don Alonso: "Los míos, coño". Hay que decir que en esta peluquería también trabajaba Alayón, pariente del fotógrafo Zenón, y que su especialidad más importante era la de rapar de forma prodigiosa las coronillas de las cabezas de los canónigos de la Catedral lagunera.

Una tarde, don Alonso Tabares paseaba por la plaza de la Catedral y de pronto se detiene frente a un anuncio colgado en una pizarra que pendía del tronco de una de las palmeras que por allí había y en la que se leía lo siguiente: "Compañía de Teatro María Teresa Ponzón. Hoy miércoles, a las siete de la tarde, gran debut de la Compañía con la representación de la obra Otelo o el Moro de Venecia", siendo entonces cuando don Alonso saca su reloj de bolsillo y exclama: "Coño, resulta que son las siete menos cuarto y ¿todavía no saben qué obra representar?".

También durante una época don Alonso estuvo peleado con don Agustín, dueño de la librería "El Águila", pues se enteró de que un avión español había caído en picado, comprando un atlas-mapa en la citada librería y no encontró picado por ninguna parte.

Otro día pasó por delante del Casino de La Laguna y observó la bandera a media asta, preguntando al conserje que quién la había "palmado", contestando el empleado: "Ramón y Cajal", terminando don Alonso por preguntarle: "Oiga, ¿pero los dos eran socios?".

En cierta ocasión se empeñó en tener un pequeño papel en una obra de teatro cuyo autor era un pariente suyo, siendo la escena como a continuación paso a relatarles: en un parque aparecía don Alonso sentado en un banco y se acercaba el galán y le preguntaba: "¿Ha visto pasar por aquí a la dama de mis amores?", teniendo que responder don Alonso: "Hace un momento pasó, toda cubierta de flores". Esta frase la estuvo ensayando y repitiendo toda la semana anterior al estreno, al objeto de aprendérsela y memorizarla, y llegado el día de la representación, al levantarse el telón, efectivamente aparece don Alonso sentado en el banco pero nerviosísimo por su inminente debut. Fue entonces cuando se le acerca el galán y le pregunta: "Ha visto pasar por aquí a la dama de mis amores?", y hete aquí que don Alonso se queda en blanco, entra en un estado de amnesia, se olvida de todo, y caliente exclama: "Coño, llevo más de media hora aquí y no he visto pasar a nadie". Ni les cuento las risas del respetable.

En otra oportunidad hubo un apagón general en La Laguna, vamos, lo que ahora se denomina "cero energético", que se prolongaba en demasía, cuando don Alonso ve una guagua que venía de Santa Cruz con las luces encendidas y comenta: "Coño, pues en el chicharro hay luz".

Me acuerdo una vez en el bar "Don Diego", en los bajos del Ateneo de La Laguna, que entró mi amigo Bernardo "el Sonrisa" y medio de amanecida se dirigió hacia el médico riojano Justo Vallejo y le dijo: "Si usted y su colega el Matacán llegan a estar en Madrid, Franco no muere". Los que lo oyeron no pudieron reprimir las carcajadas y hasta los patos del estanque de la plaza de la Catedral hicieron la ola. Matacán siempre le decía a sus pacientes: "Si tiene fiebre no me lo niegue".

Voy a hablarles del güimarero "coñón" Fumerito, que asistía a una de las primeras juntas del recién inaugurado Club Náutico de Güímar, y en un determinado punto se debatía si los socios propietarios podían ser (lo de la Ley de Igualdad vendría después) mujeres, pidiendo la palabra Fumerito para mostrar su oposición y rechazo a esta posibilidad, pues a su juicio podría perfectamente ocurrir que estando alguien nadando o tomando sol podría oírse por el equipo de megafonía: "Se ruega a la socia doña Fulanita de Tal que acuda a la puerta principal". Para Fumerito, este término de "socia" era altamente ofensivo, además de harto peyorativo, pues podría concatenarse con mujeres de vida un tanto alegre y de moral distraída.

: el psiquiatra despidiéndose de la paciente: "Estoy muy contento porque hoy ha trabajado muy bien. Mañana trabajaremos con el inconsciente", contestando ella: "A mi marido no lo trae aquí ni amarrado".

Hasta la próxima, no me fallen y el humor a venido para quedarse.

*Pensionista de larga duración