Ya sabemos que Rajoy gana unos 78.000 euros; es menos que la media de los presidentes de países europeos y lo que Merkel gana en solo tres meses. También los trabajadores españoles están bastante por debajo de la media europea de salarios, así que en este caso el presidente es un digno representante de sus ciudadanos mal pagados. Lo que pasa es que el resto de la granja pública está mejor pagada que el presidente. O lo que es lo mismo, que las ovejas cobran más que el pastor.

Que más de doscientos cincuenta cargos públicos cobren por encima del presidente del Gobierno es un disparate. Pero es normal cuando la burocracia ha extendido sus poderosas redes para crear una administración a la medida de los intereses de los funcionarios. Así ocurre que se reservan sus puestos de trabajo cuando los dejan para dedicarse temporalmente a tareas políticas o que el tiempo que ocupan en esos cargos computa a la hora de acumular antigüedad en sus puestos vacantes, por no hablar de que pueden elegir entre el salario más alto, manteniendo el suyo de funcionario si el del cargo público que va a ocupar es de inferior cuantía.

Así que nos escandalizamos. Y más cuando nos enteramos de que el presidente de la SEPI gana 210.000 euros al año. O que la responsable de la SAREB, el famoso "banco malo", gana 295.000 euros al año. O que el presidente de Paradores Nacionales cobra 173.000 euros. En fin, que el país se lleva las manos a la cabeza.

Es el mismo país en el que Messi gana 15 millones al año por darle patadas a un balón para que Casillas cobre 6 millones por pararlo. El mismo país en el que el sueldo mínimo anual por convenio de un jugador de fútbol es más de catorce veces el salario mínimo. Un convenio que es sólo simbólico, porque la media de sueldo más baja este año es de unos 400.000 euros en el Rayo y la más alta en el Real Madrid, con 5.500.000 euros por jugador y año.

Es el país que se escandaliza por el sueldo del presidente de Renfe (141.000 euros), el mismo en el que un expresidente de Gobierno como Aznar, miembro de los más importantes consejos de administración, ha llegado a cobrar 90.000 euros por una conferencia. El mismo donde un exministro y exjuez, Garzón, cobró 12.000 euros por una conferencia de poco más de media hora de una fundación del sindicato UGT.

Es el mismo país. Desgraciadamente. Un país que valora más a sus estrellas del deporte que a la gente que administra el dinero de sus impuestos y de la que dependen las medidas que pueden cambiar su futuro y el futuro de sus hijos. Un país que odia virulentamente a los ricos pero juega la lotería para serlo. Un país que detesta a la familia Botín porque tenía dinero en Suiza y tiene orgasmos semanales con jugadores que defraudan a Hacienda o tienen su domicilio fiscal en Andorra. Un país donde se desprecia el talento y el esfuerzo y se admira la habilidad y la suerte.