Existe una línea muy sutil que separa la osadía del ridículo. Es una frontera difusa que, si no se anda con cuidado, puede atravesarse muy fácilmente. Yo diría que el presidente Rivero, en Madrid, ha dado un par de pasos más allá de esa línea roja, aunque luego regresara precipitadamente a la zona de la realidad. "Los canarios no tolerarán pacíficamente el expolio de sus recursos", dijo. Y eso es una salida de pata de banco.

Paulino Rivero sabe que está obligado a liarla con sus declaraciones sobre las prospecciones petrolíferas. Es su única arma. La ofensiva del Gobierno de Canarias en el frente jurídico ha topado con la dolorosa realidad de un expediente muy bien montado por el Ministerio de Industria. Ha perdido todas las batallas. Y en el otro escenario de la opinión pública, pese a que las prospecciones van a tener un coste electoral para el PP canario, el interés estratégico del posible yacimiento es tan importante que el Gobierno central está dispuesto -al parecer- a pagar la factura de votos perdidos. Una cosa es perder apoyos en Baleares o Valencia, feudos en donde gobiernan los populares, y otra muy distinta es perderlos en Canarias, donde ni se gobierna ni se le espera.

Y puesto que los puentes con el nacionalismo de Rivero están rotos y con los socialistas ni hablar del peluquín, pues de perdidos al río. O lo que es lo mismo, al pozo de Repsol. Por eso mismo las prospecciones son peligrosísimas para las tortugas bobas en el Mediterráneo y estupendas en el Atlántico. Y por eso, además, al PP de Baleares y Valencia se le deja ponerse chulo con Madrid y decir que se metan los pozos por donde les quepan mientras que al PP canario se le manda a defender con entusiasmo los pinchazos.

Al caballero de la triste figura le queda poca gasolina. Su batalla contra los molinos de Repsol es cada vez más solitaria. El tiempo juega en su contra y Paulino Rivero lo sabe. De ahí que en esta última embestida dialéctica en Madrid, para mantener viva la llama de la pelea, se haya pasado de frenada. Decir que la resistencia de los canarios no será pacífica es, por decirlo finamente, una chorrada. En términos militares, la guanchancha no tiene ni media cachetada. Y aunque el otro día bromeaba diciendo que podríamos amenazar con emitir por unos grandes altavoces la discografía completa de Pepe Benavente, hasta que el barco de Repsol salga por patas, no creo que nos lo permita la ONU porque vulnera el tratado de Derechos Humanos.

Es difïcil mantener viva la bronca. La gente pasa muy fácilmente de un tema a otro nuevo. La novelería endémica del canario hace imposible mantener la tensión emocional de los derrames de crudo. Y encima ya empiezan a ofrecernos dinero. Pronto estaremos en otra cosa, mariposa. Y el Gobierno se quedará sólo con los de siempre, los irreductibles defensores del medio ambiente, que casi caben en el despacho de Rivero y aún sobraría sitio para una orquesta sinfónica. Soria, por cierto, también sabe todo esto.