Ya solo falta una semana para que llegue la Navidad, pese a que las luces y adornos callejeros nos lo recuerdan anticipadamente. A esa fecha tan especial podemos dar tantos significados como encontrar diversas formas de prepararse para recibirla. Para unos, tal vez, les recuerde que en ese tiempo reciben sus regalos. Para otros, quizás, sean días de vacaciones; los niños la relacionan con que no van a la escuela; los jóvenes, sobre todo, piensan en días de fiesta; para muchos otros, la oportunidad de reunirse con su familia. Incluso también los hay que la asocian a las buenas comidas y cenas. Son días en los que engalanamos con guirnaldas, bolas, lazos y luces de colores la casa, el árbol y el portal de Belén.

Entonces..., ¿este es el significado que para muchos de nosotros tiene la Navidad y la forma de recibirla? ¿O lo hacemos así por rutina? Porque si es así, cuidado, ya que esta costumbre puede llegar a tener una fuerza superficial muy considerable.

El verdadero sentido de la Navidad se difumina tras la ostentación con que la hemos rodeado. Por eso, no es nada extraño, ni sorprendente, que a algunos no les guste la Navidad, a la que consideran una fiesta sensiblera y falseada, rodeada de una parafernalia publicitaria cada vez más adelantada en el tiempo para incitar a un consumismo disparatado y alienante.

¡Y así es! La más entrañable y universal de las fiestas cristianas está sometida a un peligroso proceso de explotación económica que amenaza con despojarla de su profundo sentido religioso, familiar y tradicional. ¿Qué les parece a ustedes si, aunque sea por esta vez, todos juntos hacemos el intento de darle un significado diferente a esta próxima Navidad y nos preparamos para recibirla de otra manera?

Comencemos por desempolvar la mente para recordar, en realidad, qué y para quién estamos haciendo todo esto. Para ello, debemos compartir con nuestra familia el significado de esta fiesta y lo que es realmente importante de ella: la celebración del nacimiento de Jesús.

Resulta muy triste haber perdido el verdadero significado de la Navidad. Hemos transformado esta fiesta tan familiar en reuniones para comer, recibir o intercambiar regalos, por lo que no le damos la importancia que el nacimiento de Jesús tiene. Nos olvidamos de lo que realmente debemos celebrar. El acontecimiento más impresionante, más fantástico, increíble... Eso es lo que necesitamos recordar. Dios mismo, el Rey de reyes, humillándose a sí mismo y tomando forma humana, nació de una virgen en una mísera cueva de Belén, habilitada para cobijar al ganado. Quiso dejar su trono rodeado de luz para pasar a un establo, a un mísero pesebre. Pese a ello, recibió las ofrendas de tres magos, los cuales se postraron ante él, reconociendo su pequeñez ante la majestad de aquel niño. Y aquí es donde debemos encontrar el mensaje de su nacimiento, el sentido de la Navidad, para que tomemos conciencia de la gran desigualdad económica y social que divide a los hombres entre ricos y pobres, en una sociedad enormemente injusta y egoísta, donde el hambre coexiste con la opulencia, y la saciedad y el lujo con la miseria, aumentando el desequilibrio entre unos y otros.

Ojalá que esta Navidad nos haga meditar y recapacitar, porque esos derroches desmesurados con que la asociamos son una ofensa para los millones de personas que sufren todo tipo de necesidades. Y, únicamente, si nos desprendemos de nuestra vanidad, de nuestro egoísmo, de nuestra soberbia y de nuestra mala conciencia, seremos dignos de entrar en el establo donde Jesús nació en Belén para enseñarnos que solo el amor puede traer la verdadera paz al mundo. ¡Feliz Navidad a todos ustedes!