Nada más aparecer en la pantalla de los digitales (ahora todo aparece primero en la pantalla de los digitales, luego viene el café y el papel de periódico) mi recuerdo de la sobresaliente trayectoria de la revista Syntaxis, que durante treinta años dirigió Andrés Sánchez Robayna, un amigo me avisó: "Y te olvidaste de Liminar". No, no me olvidé, de hecho estaba en mi mente al mismo tiempo que tenía otros recuerdos de restituciones que quiero abordar en estas fechas.

Pues quiero aquí señalar algunos hechos, personajes, instituciones o, en este caso, revistas, que tuvieron mucha importancia o trascendencia en un tiempo que, como ya pasó, ahora parece, en nuestra sociedad olvidadiza, que no sucedió nunca. El olvido, o el ninguneo, que también se dice entre nosotros, como en México, no es sólo una decisión de la memoria, sino una estrategia del espíritu. Es mejor no recordar, parece que se piensa, pues así parece que lo que se olvida no existió. Por eso, porque creo eso, hago estas restituciones, para recordar, no para olvidar.

Y en esto llegó Liminar, pues, en 1979, que fue un año crucial entre nosotros. Contra Franco, como decía Manuel Vázquez Montalbán, éramos quizá más solidarios, porque luchábamos contra un único fantasma; y éramos acaso más literarios (en los medios), pues entonces la literatura era un medio de aglutinar para seguir viviendo, mientras que en esa fecha y las que siguieron ya los periódicos tenían más interés en la política, o en la colocación de la política, que en la publicación periódica y constante de literatura. No está bien que yo recuerde Tagoror Literario, que salía en estas páginas en su primitivo formato, pero sí puedo recordar con toda libertad, y con mucho cariño (y además lo hago con mucha frecuencia), la Gaceta Semanal de las Artes, de Pedro González y Enrique Lite en La Tarde, y Letras Canarias, de Elfidio Alonso, también en las páginas de EL DÍA. Pues a partir de 1979 las páginas literarias se fueron diluyendo, o convirtiendo en misceláneas igualmente respetables, y surgieron revistas, y singularmente hay que recordar Liminar. Duró hasta 1986, que no es poca duración, la dirigió Juan-Manuel García Ramos y tuvo a bordo a Juan Pedro Castañeda, que era mi compañero de pasillo en el Colegio Mayor San Fernando. En la primera época estuvo también Carlos A. Schwartz, fotógrafo y arquitecto, a quien debo el primer viaje europeo de mi vida. En esa trayectoria tuvo García Ramos a colaboradores tan significados como Bern Dietz y Kevin Power, José Batlló, Santiago Amón, Daniel Moyano, Emilio Sánchez-Ortiz...

La pasión era rabiosamente literaria, y a la literatura (y a las artes) se dedicaban todos; el índice es impresionante y su consulta se me antoja imprescindible; sus asuntos, pues, rondaban siempre por el lado de la creación de las palabras, y no es difícil advertir en los nombres propios de los personajes que transitaron por sus páginas el gusto del director, como tiene que ser: Juan Carlos Onetti, Philippe Sollers, Luis Feria, Isaac de Vega, Arturo Maccanti.... Entre los extranjeros, Guillermo Cabrera Infante, Gonzalo Rojas... Cabrera Infante fue a la isla, vio allí a Domingo Pérez Minik; de esa visita algún día alguien hará, supongo, la crónica adecuada, ahora que las noticias ponen de nuevo al gran autor de Tres tristes tigres en lo alto del recuerdo.

En un texto de Juan-Manuel García Ramos sobre esta aventura leo esta consideración acerca de la metafórica lucha que supuso entonces (y supondría ahora) la puesta en marcha de un proyecto así: "Siempre la misma historia de ruido y furia aplastada por el tiempo y por las inevitables sucesiones". Esa nostalgia faulkneriana proviene, seguramente, de un hecho cierto, y comprobable en nuestra historia cultural: cuán difícil se hace convertir en duradero un proyecto, con cuánta incomprensión ajena (y quizá propia) se halla uno a la hora de poner en claro que su aspiración es colectiva.

Dice García Ramos que todas las revistas literarias que han salido en el siglo XX son deudoras de Gaceta de Arte, "de su ejemplo de rigor, de permeabilidad a los asuntos del mundo; deudoras del desenfado de sus principales promotores ya citados, de sus afanes por reconciliar antes los linajes".

¿Y ahora qué pasa? ¿No sería tiempo de que las generaciones nuevas recojan estos testigos, para que la isla tenga otra vez, como tuvo en estos casos que restituyo, el eco del eco de los distintos resplandores? Quién sabe, a lo mejor gente como la de Liminar o de Syntaxis, pero de ahora, ya está diseñando sus propias revistas.