Hace unos meses leí a algún ilustre visitante a nuestra isla referirse a los parados que tenemos como un elemento desestabilizador, explosivo e insostenible. A alguien por fin le llamaba mucho la atención lo ya sabido. En general los datos del paro actúan como arma arrojadiza. No pasa de ser una cuestión retórica, algo residual, ni siquiera se les tiene en cuenta para proyectos que podrían erosionar el medio ambiente local en su pureza. Es mil veces preferible el paro y el fracaso escolar que obras o empresas feas o eventualmente peligrosas. La realidad del paro es mucho mejor que posibilidades antipáticas.

Antes que el empleo hay muchas prioridades, como se puede leer en la prensa, y si se crea empleo pues muy bien y si no ahí están las ayudas y subsidios de Madrid. En realidad los parados ni constituyen un problema político y social directo, no se asaltan supermercados ni aumenta la violencia y carecen de representación. Son guarismos de la lucha política y sindical. No cabe esperar mucho de ninguno de los sindicatos el breve eslogan o consigna, siempre desenfocada y banal; diagnósticos de mucha enjundia: precarización, contrato basura..., pero sin una sola idea de nada jamás. Frente la inmutabilidad y vigencia de todo lo pasado y petrificado, son los gobiernos, que no pueden aislarse del mundo global, los que han de encarar reformas legales. El movimiento frente a la fijeza de lo caduco. La tentativa, la posibilidad, experimentación, el análisis, el debate, la innovación frente a la fosilización. Algo casi imposible en un país incapaz de aceptar el marco mundial de la economía.

Como decía Gramsci: lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir. En realidad a escala mundial sí se está dando esté fenómeno, de la mano de la globalización. En España estaríamos, como dijo Lenin, con dos modelos en crisis abierta: el de relaciones industriales progresistas de entonces, que son los actuales vectores de la globalización, y las estructuras medievales, que son los restos de la sociedad industrial. Lo que ocurre es que fantasmales transatlánticos están varados en los últimos residuos de la sociedad industrial, obsesionados con cualquier pervivencia. Conservadurismo agónico, en una sociedad que ha cambiado el nombre -y paradigma- por postindustrial, sociedad del riesgo, sociedad de la comunicación e información, sociedad postlaboral, sociedad compleja, global, pos tradicional.

Leo que el REF se proyectará a África; por fin algo que suena a progreso e inserción en el mundo global.