Una mente tan prodigiosa como para organizar un caos de tráfico como el que se monta en Santa Cruz cada cierto tiempo tendría que tener un mejor aprovechamiento. En la NASA, por ejemplo. Porque hay que tener una enorme capacidad para liarla siempre a lo grande.

Unos lo explican diciendo que siempre ponen en temas de tráfico al tronco más tronco de la lista de concejales. Otros sostienen que si quieres liarla sólo tienes que quitar los semáforos y poner a un par de policías locales a regular un cruce: a la media hora ya la han liado. Y otros, al fin, sostienen que la causa de que se monten los atascos es porque el personal no sabe conducir. Aquí la gente se saca el carné en una bolsa de pipas. Llegan a una cola o a un semáforo en rojo, se pone en verde o le toca el turno de avanzar y con toda la parsimonia del mundo mete el cambio, respira hondo, levanta poco a poco el embrague, se termina de escarbar la nariz... Todo con una lentitud que es como si estuviéramos de procesión. Así llega un peninsular a la Isla y los primeros meses está el hombre desquiciado y pegando pitazos y chillidos a todo el mundo. Hasta que le coge el tranquillo y se calma. Porque es adaptarse o morir de un infarto.

Cada vez que hay algo en la ciudad, se montan las colas. Cada mañana se forman atascos. Y luego por la tarde otra vez. Y en Navidades. Y en Reyes. Y en Carnavales. Y en las fiestas de Mayo. Y en verano para San Andrés... Y suma y sigue. Y esto se da como algo normal. En vez de pagar un impuesto de circulación tendríamos que pagar uno de inmovilidad. Es normal que en las grandes capitales haya grandes atascos, pero lo nuestro empieza a pasarse de castaño oscuro. Alguien debería plantearse alguna buena idea para empezar a probar. Por ejemplo eliminar aparcamientos en calles que pueden servir para mejorar la circulación interior (las ramblas y la zona centro). Y revisar el sentido de la circulación para pensar en nuevas variables. Es cierto que la densidad de tráfico en momentos determinados es muy difícil de absorber por las entradas o salidas a la capital, pero decir esto no significa rendirse como si fuera inevitable y someter a los residentes de Santa Cruz a una permanente y periódica sesión de tortura.

No es el tiempo de las grandes obras (como la vieja idea de solventar los cruces principales de la rambla con túneles), pero siempre es el momento de las grandes ideas. Hay que mandar más coches a los aparcamientos exteriores y favorecer la movilidad de los peatones. Hay que hacer más grandes las calles estrechas (hay algunas que dan miedo) eliminando aparcamientos y ofreciendo alternativas cercanas. Nos hemos acostumbrado a llegar con el fotingo hasta la misma puerta de donde vamos y tal vez ya va siendo hora de que nos vayamos educando en otras costumbres. Y además caminar es bueno para bajar el colesterol y la barriga.

Pero como siempre estamos entre elecciones, a nadie se le ocurre tomar medidas arriesgadas. ¿Quitar aparcamientos en la calle? Ni de coña. La consigna es no meter la pata haciendo grandes cambios. De ahí que las colas sean ya parte de nuestra vida provinciana. Ajo y agua.