Hoy quiero volver a ser majadero. Me apetece adoptar esta impertinente pose porque para eso mismo me la impuse como regalo de Reyes. Hoy debo ser porfiado y así me atrevo a hablar sin tapujos de la política y los políticos. Y lo haré poniendo algunos ejemplos, o sea, trasladando casi de forma mimética lo que estos (los políticos) dicen y lo que estos (los políticos) concluyen o rematan; es decir, la política que deja huella en el piche y el paisaje y la que dibuja el careto de la gente.

Primer ejemplo de los dos entresacados de la caja de insuperables que me dejaron Sus Majestades junto a mi zapato del 43, un mocasín lleno de trazas de gallinaza. Lo reproduzco: un político de aquí, muy conocido por tener la ciudad en la que manda como los chorros del oro (lo cuchichea todo el mundo) y por ser aspirante a lo máximo, dijo el otro día, nada más llegar al corro, que él iba a ser capaz, pronto, muy pronto, de cambiar tanta miseria y recortes en los apoyos públicos a tal cosa privada y que por ello todos los presentes, desde ya, debían permanecer tranquilos. Ese político, que ejercía de gran jefe antes de serlo y fue capaz de servir el futuro posible como certeza (dotes mágicas), habló en esos términos y se quedó tan pancho. Este es, sin duda, un primer ejemplo de cómo los políticos conciben sus regalos de Navidad y Reyes, y los del resto de días del año, que ya se sabe.

Segundo ejemplo de los extraídos al azar desde dentro del envase colmado de impresentables que este 6 de enero cayó de las gibas del camello. Lo expongo: érase una vez un político que nació para ser agricultor, como era costumbre en el seno familiar, y por fortuna se transformó en especialista en otra cosa, todo un logro atribuible al afán y esfuerzo de padres y hermanos. Luego, casi sin creerlo, se apuntó a servir a los demás, algo muy legítimo, y parece que lo hizo "tan bien" que tres decenios después ahí sigue y además subraya y remarca (¿o amenaza?) que jamás dejará la política del todo, que para él, se entiende, la política es como cepillarse los dientes todas las mañanas y siempre después de comer (no todos lo hacen). Para muchos, más de la cuenta, la política supone no bajarse jamás de la peta del dromedario, pase el tiempo que pase y hágase mal o incluso mucho peor. Este segundo caso vale para la mayoría y para casi todas las siglas; también para muchos seguidores.

Sirvan ambos ejemplos, tan presentes en el día a día, como refugio para reafirmarse en que todos son demasiado parecidos, hermanos gemelos, y que por ello hoy prácticamente importa lo mismo fulano que mengano. Es lo primero que hay que cambiar. ¿No creen?

@gromandelgadog