El presidente canario Rivero ha propalado como su bagaje en estas legislaturas dos únicos proyectos inconclusos: diversificar la economía y condenar las prospecciones petrolíferas. En ambos casos ha contado con una poderosa oposición que, curiosamente, ha protagonizado un solo contrincante, pero, eso sí, con el formidable respaldo que significa estar al frente de un ministerio del Gobierno. No hay que recurrir a excesivos esfuerzos intelectuales para concluir en la realidad que los canarios conocemos desde hace siglos: decisiones que se toman en despachos enmoquetados de Madrid por gente con corbata a las que, también desde siempre, llamamos godos. Estos godos son los mismos que no dan el plácet para sondear ni en Baleares ni en Valencia, pero sí en nuestro Archipiélago, argumentando allí la protección al medio ambiente, que es exactamente lo que por aquí se viene arguyendo desde que Repsol anunció su buena nueva. Pero es que, de igual forma, otros godos con poder han puesto todas las dificultades posibles para que nuestra economía, la que Paulino Rivero quería diversificar, se estancara eternamente alrededor de establecimientos hoteleros, bares y abrevaderos para los ingleses. Y así hemos desembocado en un territorio salpicado de campos de golf, muelles deportivos y marinas por hacer..., mientras el sector primario se ha ido al garete. O peor, nadie se ha preocupado por él. Solo los plataneros han salido adelante con la inestimable ayuda de Europa, sin dejar en el aire un empecinamiento personal que no ha logrado diversificar nada (300.000 desempleados en Canarias y pobreza) y sí ayudar a los capitostes de los sures isleños. Los asesores presidenciales han fallado. Todos han sido dominados por un converso canarión.

Un bien, como es el consumo de energía eléctrica, ha experimentado en Canarias una subida brutal. Y, cosas del destino, detrás de esta maniobra aparece el mismo converso. Tal ha sido la nefasta política nacional que, añadida a los desconocidísimos despilfarros autonómicos y locales, España es un país lleno de parados sin esperanzas. Grecia está avisando de nuevo y la deflación enseña sus patitas en nuestro país. Este sombrío panorama pasa de largo ante sueldos tan provocativos como los que acaban de descubrirse en los altos directivos de Caja Madrid (ya saben, Rato y Blesa entre otros artistas), presidentes, expresidentes, ministros, asesores, consejeros de autonomías, alcaldes, concejales, queridos, queridas... En fin, todos a los que la factura de la luz les resbala, pero no a aquellos que les abruman las inexistentes ayudas sociales.

Lo que se puede afirmar, desde la óptica de un lego, es que en Canarias se consumen más recursos de los que se generan desde la desidia convertida en los escasos esfuerzos económicos y técnicos que se invierten, arrinconando los beneficios que la naturaleza nos regala (Gorona del Viento, en El Hierro). Solamente con el sol, el viento y las mareas, que aquí nos sobran, se podría crear la suficiente energía para lograr corregir la total dependencia del exterior en materia energética y abordar también, sin contar con los que se oponen al progreso de las Islas, el importante recurso del gas natural, que permitiría, señor Rivero, diversificar las fuentes energéticas que actualmente dependen del petróleo y derivados.

Pero el presidente no ha tirado la toalla y aún le queda tiempo por delante. Lo ha manifestado: "Mi vocación política no acaba en mayo". Una frase que entra de lleno en el mundo esotérico y al que Rivero nos tiene acostumbrados, dejando para el último momento esa malilla que lleva siempre escondida y que enseña al adversario cuando este menos lo espera.