De encomiable rigor histórico, evocador y didáctico nos ha resultado el libro "La Orotava energética", que acaban de publicar los hermanos Sánchez García, Eduardo e Isidoro, aprovechando una importante efeméride: los 120 años de la inauguración de la luz eléctrica en la citada Villa, donde los autores centraron sus elaboradas investigaciones en las centrales de Hacienda Perdida (1894) y La Abejera (1935). Y las realizan con tanta sencillez y amenidad que el texto incentiva de una manera muy especial a los que, como a nosotros, siempre nos ha entusiasmado la prehistoria de la electricidad en Canarias.

Por lo anteriormente expuesto, ha sido de una sutil añoranza lo que ahora nos narran los hermanos Sánchez García tras la irrupción de aquella luz eléctrica: "Se dejaba atrás, de forma paulatina, la leña y el carbón; la tea y la cera; y poco más tarde, el aceite y el petróleo, también el carburo. No obstante, las velas, los quinqués y las lámparas Petromax siempre fueron familiares y resultaron difíciles de olvidar".

Las aguas procedentes de Aguamansa, el "alma mater" del proceso eléctrico de la Villa, iban a realizar el milagro durante ochenta años, desde 1894 hasta 1974. Aquellas benditas aguas, una vez que cumplían la misión de producir fuerza motriz en las turbinas, se incorporaban de nuevo al canal principal para seguir su curso, moviendo las ruedas de los molinos de cereales que se escalonaban en la trama urbana de la ciudad, abasteciendo lavaderos y chorros, regando fincas de los afines a la dula.

Los autores de tan instructivo libro nos reflejan con todo lujo de detalles y en su amplia paginación que el valle de La Orotava fue tradicionalmente, a lo largo de la historia de Tenerife, la zona más rica de la Isla. El hecho de que en su espacio se diesen las condiciones ideales para los cultivos de regadíos y exportación, desde la viña hasta el plátano, hacía que en este se concentrasen las mayores riquezas, en una época en la que la participación de la agricultura en las islas era muy mayoritaria, y en la que el puerto santacrucero no había alcanzado el desarrollo que generase actividades comerciales y de servicios suficientes como para compensar este papel preponderante.

En "La Orotava energética" se tiene en consideración y estima, un nombre imprescindible, el del militar granadino Ricardo Ruiz Aguilar, un polifacético y emprendedor empresario, auténtico pionero de la luz eléctrica en el Valle.

Hay que recordar que este singular personaje publicó el 22 de junio de 1893 en el rotativo "Diario de Tenerife" un "llamamiento al patriotismo de las personas acaudaladas", proponiendo a su vez la constitución de una sociedad que estableciera el deseado alumbrado eléctrico en la capital de Canarias. Se había previsto un desembolso inicial de 250.000 pesetas, de las que el propio Ruíz se comprometería a aportar el 10%. Su proposición no encontró en Santa Cruz la misma aceptación que, sin embargo, conseguiría paralelamente en La Orotava, en aquellos mismos momentos. Para los ediles de la capital de Canarias, la electricidad era "una especie de sueño dorado, que les parecía tan deseable como lejano". A pesar de todo, antes de finalizar el mismo año, el problema se les plantearía en términos diferentes y altamente estimulantes. En la Nochevieja de 1893 había empezado a funcionar en Santa Cruz de La Palma el alumbrado público de electricidad, "y lo que tenía el vecino, de ningún modo podía ni debía redundar en menoscabo y sonrojo de la capital del Archipiélago".

En efecto, a La Palma le cupo el alto honor de ser la primera zona electrificada de Canarias; y después, como apuntan los hermanos Sánchez García, idéntico honor le iba a corresponder a La Orotava, que inauguró su alumbrado eléctrico el 1 de diciembre de 1894; meses más tarde, Arucas iluminó sus calles y plazas, y Santa Cruz, el 7 de noviembre de 1897, y Las Palmas, el 10 de junio de 1899...

Con la historia, sin ambages, de las centrales hidroeléctricas de la "Hacienda Perdida" y "La Abejera", los autores de "La Orotava energética" nos han despertado la ilusión por la prehistoria y sus raíces, por lo vetusto y obsoleto, por lo lejano y anticuado. Estos vestigios que nos merecen todo nuestro reconocimiento y apego nos han recordado las peripecias de aquellos singulares personajes que "hicieron del bullicio del agua una música celestial". El libro, en efecto, es "una novela de viajes muy especial" y, por ende, y como aseguran los que han ahondado en el tema, "el documento que tiene en sus manos es muy simple pero peculiar". Y la generosa prosa y mecenazgos de la atinada edición se enriquece con una curiosa e inédita galería fotográfica donde quien suscribe ha detectado rostros muy familiares, semblantes de aquella nostálgica Unión Eléctrica de Canarias (Unelco), que ahora es Endesa, compañía que, ojalá, atienda la propuesta de convertir la planta de La Abejera en un futuro museo de la electricidad, por la que abogan, con excelente criterio, los hermanos Sánchez García. De llevarse a cabo tan pedagógica iniciativa constituiría, para nosotros, una auténtica panacea tras la demolición -el 24 de abril de 1993- del edificio, de arquitectura ecléctica, de la Fábrica de Gas que existía en Santa Cruz y que, en un principio, se pensó para tal fin, en idea que abanderamos.