Resulta que Don Juan Tenorio no es un lindo sinvergüenza. Ni romántico ni seductor ni un "icono de la transgresión". El personaje de José Zorrilla es un "modelo de destrucción social" y afectivamente un "maltratador", con una "falta absoluta de empatía". En definitiva, un tipo peligroso. Ya me había quedado de una pieza cuando leí todo esto que hoy transcribo, porque minutos antes había escuchado con atención una muy interesante entrevista a Blanca Portillo. La actriz dirige ahora en el Teatro Pavón de Madrid, una versión de "Don Juan" firmada por Juan Mayorga.

Blanca Portillo explicaba en televisión lo que luego pude encontrar con más calma en los periódicos que han profundizado en los detalles de la obra teatral. En algún caso la describen a ella como una "científica rigurosa" que "se ha tomado la molestia de diseccionar el verdadero sentido" de cada una de las palabras que pronuncia el burlador de Sevilla, que esencialmente es eso, alguien que se burla continuamente de los demás. En este sentido se ayuda del diccionario de la Real Academia Española para buscar las definiciones del término "burlar": "Engañar, inducir a tener por cierto lo que no es" y "seducir con engaño a una mujer". Estas son las acepciones que, tal y como lo entiende la directora, son aplicables a Don Juan.

Las representaciones que hasta ahora mal recuerdo de Don Juan Tenorio le presentan como un cautivador, el típico canalla tan simpático como irresistible. Ese tunante irónico admirado, apasionado en la famosa escena del sofá. En esta versión, la actriz afirma que "no han tenido que rebuscar ni inventarse nada, sino seguir con exquisita fidelidad el texto original escrito en el siglo XIX". Y recita: "...Por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí". Puedo imaginar cómo resultará oír los versos en la voz rasgada y personalísima del actor José Luis García-Pérez, que da vida al personaje en esta versión. Y en la que no hay sombreros, plumas ni espadas y anda por el escenario vestido con pantalones vaqueros y camiseta. Un Don Juan de la calle mezclado entre la gente contemporánea que tras la lectura atenta, o mejor relectura desnuda, descubre que, en realidad, este hombre no es modelo de nada.

Fuera tópicos basados en errores. Esto es lo que ha pretendido Blanca Portillo. "Una mirada renovada". Un Don Juan "sin polvo ni barniz". Mostrar a "ese alguien que se lleva por delante todo lo que se cruza en su camino, que es el vivo retrato del desprecio por los demás", "cuyo objetivo es deshonrar lo que le rodea y, quizás, destruirse a sí mismo". Esto es una revelación para mí porque esta era una de mis ignorancias.

No obstante, además de las acepciones de la palabra "burlar" que Blanca elige para describir al personaje, yo también he buscado en el diccionario y he encontrado esta otra que me resulta, si no más impactante, al menos igual de descarnada: "Frustrar, desvanecer la esperanza, el deseo, etc., de alguien". Un burlador conlleva una persona burlada. Alguien que en manos de semejante tipejo o tipeja pueda quedar enmarañada.

Sin haber visto la representación, me resulta la propuesta un clásico muy contemporáneo. Una historia que mucha gente podrá identificar y en la que es posible que alguien se retrate. Burladores y burlados. Pero, sobre todo, me parece a mí, una forma maravillosa de que la cultura, el talento de quienes dirigen, actores y actrices, nos ofrezca miradas nuevas. Y nos ayude a romper visiones o tradiciones que han crecido al calor de errores de percepción, por falta de criterio o por ceguera atroz.

@rociocelisr cuentasconmipalabra.com