Dato número uno: en todas partes cuecen habas. Dato dos: en toda españilandia hay colas y listas de espera en los hospitales. Dato tres: en casi todo el país se monta el cristo padre en los servicios de urgencias. Esto viene a cuento de toda la demagogia sanitaria que se vierte por los políticos, que mientras están en la oposición ponen a parir a quienes gobiernan y cuando gobiernan ellos siguen los mismos desastres, sólo que ahora quienes los ponen a parir son los otros a ellos. Cantamañanas irresponsables, que es lo que son salvo honrosas y raras excepciones.

La directora del Servicio Canario de Salud ha reconocido, en el Parlamento, que en las urgencias de los hospitales de nuestra isla hay habituales colapsos. Si no lo hubiese reconocido, a la señora Reyes habría que haberla ingresado urgentemente por un ataque de ceguera. Para familiares y enfermos lo habitual es un paisaje de pasillos de servicios de urgencias abarrotados de enfermos esperando en medio de corrientes de aire a que alguien les atienda. Muchos de nosotros hemos pasado las largas horas de algunas madrugadas intentando animar a un familiar acostado en una camilla y esperando sitio en planta. Y eso cuando la clemencia del personal permite que los enfermos estén acompañados, cosa que a veces es simplemente imposible porque dentro de los pasillos no cabe tanta gente.

Los servicios de urgencia se han convertido en el frente de choque de la medicina hospitalaria. Hay enfermos que no requieren de atención urgente pero van, haciendo un mal uso del servicio. Hay familias que llevan a sus ancianos como un sistema eficiente para ingresarlos y endosárselos al sistema público de salud. Y existe además demanda cada vez mayor de una población envejecida y con muchas patologías y una capacidad de respuesta limitada por los recortes que la Hacienda del Gobierno peninsular ha dado a todas las transferencias.

Tampoco nosotros estamos libres de responsabilidad. Hace ya algunos años que Canarias tenía que haber convertido grasa en músculo. O lo que es lo mismo, empleo público de tocarse las narices por empleo público de trinchera y primera necesidad, como maestros y personal sanitario. Nuestra autonomía se construyó sobre la base del culo veo culo quiero de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, que se pusieron a jugar con una burocracia en espejo. Lo que hay en una capital suele estar duplicado en la otra, aunque se hayan repartido las sedes en un meritorio esfuerzo por racionalizar lo irracional. Hace años que se debía haber recortado personal irrelevante de algunas áreas de la administración para crear otros puestos de trabajo en servicios mucho más demandados por la población.

Asombra que en Sanidad consideren la situación de las urgencias como fruto de una situación estructural que no tiene remedio. Claro que lo tiene. Más médicos y más personal. Para eso nos han subido los impuestos. Para eso pagamos. Tenemos una buena sanidad pública. Pero se ha degradado en los últimos años de recesión. Y la respuesta no puede ser que los pasillos y las colas no tienen remedio y son una dolencia crónica que hemos de sobrellevar. No es así y lo que es más importante, no debemos tolerarlo.