n los años sesenta, en las Islas Canarias existía una floreciente industria de tabaco que daba trabajo a mucha gente. Fabricaban marcas de cigarrillos que, en algunos casos, como el "Coronas", eran famosos. ran tan buenos que tenían de muy mala leche al Monopolio de Tabacos del stado, la poderosa empresa que tenía su sede en Madrid.

ntonces, a comienzos de los años 70, el Gobierno español obligó a los industriales de las islas a firmar un acuerdo por el cual se ponía un límite a las exportaciones de cigarrillos de Canarias a la Península. l acuerdo, llamado "pliego de condiciones", ponía el techo de exportaciones muy alto. Los empresarios canarios respiraron aliviados. Madrid no era tan malo, ¿verdad? Nadie se leyó la letra pequeña del acuerdo en donde se decía que la distribución de las cajetillas de tabaco en la Península le correspondía a la empresa gestora del Monopolio. La competencia.

Lo que viene de la vaca y es blanco suele ser leche. n unos pocos años las exportaciones de cigarrillos canarios empezaron a caer. No les permitían cambiar de marcas y no les dejaban poner en el mercado labores rubias, que era lo que la gente empezaba a pedir. Y encima las marcas de los canarios tardaban en reponerse en los puestos de mayor venta, que se desabastecían. Lentamente fueron estrangulando al sector.

Al cabo de algunos años el asunto estaba maduro. Los rebenques de los canarios estaban con la lengua fuera y la empresa Tabacalera llegó a las islas para comprar lo que quedaba del sector a precio de saldo. Lo hicieron y así se consumó uno de los comportamientos colonialistas más vergonzosos de nuestra reciente historia. Las industrias fueron cerrando sus puertas y sus trabajadores despedidos. n un momento dado de nuestra historia teníamos una industria floreciente y las grandes empresas multinacionales del sector, como la British American Tobacco, J. Reynolds y Philip Morris, tenían fábricas en todas nuestras islas. Si en aquel tiempo alguien hubiera dicho que el sector estaba condenado a desaparecer lo hubiera tomado por loco.

n poco tiempo se asesinó a todo un sector empresarial. A una actividad que creaba riqueza y valor añadido. Y nadie dijo nada. A nadie le preocupó. Nadie hizo caso de las escasas voces que denunciaron la sentencia de muerte que se había dictado sobre la industria canaria del tabaco.

l Turismo es hoy nuestra industria de éxito. Parece imposible que entre en crisis y que desaparezca. Pero hemos permitido que la gestión de nuestros aeropuertos no esté en nuestras manos, sino en las de la competencia. No sé a lo que me recuerda. Pero tranquilos. Dijo Marx que la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como farsa. Como ya hemos vivido la tragedia es de suponer que cuando nos carguemos el turismo lo hagamos partidos de la risa. Algo es algo.