Este aserto, retorciendo algo a Erich Fromm, podía haberlo formulado él y en favor del "ser". En realidad también otros filósofos, místicos, budistas y desde luego Heidegger.

En este marco de desprendidos sabios, se podría incluir también a Paulino Rivero, para el que no tener, mucho más disipado por los términos en los que se pudo dar, resultó ser un triunfo, de la misma forma que se puede calificar un oscar o un título de liga. Pero a la inversa, es decir por no alcanzarlos. No poseer petróleo constituyó ese éxito. Hizo mal circunscribirse al petróleo solo, porque, puestos, es igual de éxito que no haya minas de uranio, ni grandes caladeros de pesca, ni una banca suiza...

El éxito o logro se debía a algo incondicionado, no susceptible de acción y efectos. Escuché a tertulianos reírse mucho de calificar como éxito las carencias de la naturaleza. Un argumento tan absurdo y falaz, que hasta miedo da pensar que con esos esquemas pueda gobernarse algo. Por supuesto, y más que acreditado, ni la educación, el paro ni el futuro de esta sociedad, que al parecer es otra fatalidad (benéfica también por su naturalidad), como no tener petróleo.

Ocurre que no se gobierna solo, sino que hay unos "aparatos ideológicos del Estado", dedicados a crear el consenso -aprovechando a Gramsci puesto de moda por Monedero, SA- y Paulino contó con sus aparatos estadísticos y firmas. De forma que la mera posibilidad de la naturaleza de poseer gas, titanio, cobre... venía a ser una cuestión de democracia directa y enorme movilización. Dio mucho de sí el tema probabilístico. El progreso puede resultar mero juego y escrutinio de ese lance. No horizonte o empresa. El progresismo canario, tanto el explícito como el oportunista, siempre es una conjura contra el progreso material. Siempre.

Tras este homenaje al absurdo, el mal uso del poder, la demagogia subyace la visión sin vida que de Canarias dan los carteles turísticos. ¡Qué ridículo todo!

El mal político e irresponsable es el que no tiene coraje ni agallas para gobernar en beneficio de la comunidad, y timorato se pliega al estado de opinión de más decibelios, que suele coincidir con los menos propensos a grandes análisis y argumentos. La pancarta es la mayor enemiga de la razón.

¿Es posible imaginarnos desafíos al Estado, firmas, estadísticas, referendos, manifestaciones para acabar con el fracaso escolar, mejorar la educación o disminuir el paro juvenil? No ¿verdad? ¡Luego para qué fuentes de riqueza!