Se ha convertido ya en algo habitual. Oír la misma cantinela después de un fin de semana: que los servicios de emergencia tienen que rescatar a senderistas perdidos en tal o cual barranco o desfiladero. Normalmente suelen ser extranjeros (aunque por estas tierras hay mucho atrevido también), muchas veces de edad avanzada, que mapa en mano se lanzan a lo desconocido por montes y caminos variopintos, pensando que están en un vergel lleno de pastores y cabras.

Y eso está muy bien. Sí señor, disfruten de la naturaleza. Para eso está. Pero hay que tener un mínimo de cuidado al irse de caminata. Preguntar, informarse, elegir el día y las dificultades de los senderos. Tener en cuenta la previsión meteorológica. Porque cada vez que hay un rescate hay que movilizar a bomberos, policía, servicios médicos y demás.

Y eso cuesta dinero. Me imagino que sale de los impuestos que pagamos todos. No sé cuánto cuesta un rescate, porque además en muchos casos se le pasa la factura al rescatado o lo paga un seguro de responsabilidad que se tiene contratado. Pero no siempre es así.

El caso es que más allá de ello, hay que pedir prudencia y responsabilidad a quienes van a nuestros montes. Ponen en peligro sus vidas e incluso de quienes en muchos casos se la juegan para rescatarlos.

@sdnegrin