Debo reconocer que propendo a desmarcarme de los objetivos de la masa enfurecida, de sus padrinos políticos y agitadores mediáticos. Estos siempre persiguen el aplauso de la masa. Mientras Wert suele decir cosas inteligentes, muchos de sus oponentes imparten moral "social" de sacristía y consignas. La crítica racional es otra cosa.

Decía el gran filósofo Walter Benjamin que la historia se construye sobre ruinas y desechos, y que no nos conduce ineluctablemente al progreso, sino que sus acontecimientos solo fueron opciones entre otras. También habló de la prehistoria de la modernidad. Hoy igual hablaría de la prehistoria de la globalización, porque lo que "ha sido" coincide con la novedad.

No se puede ver mejor esta proposición que en la tensión entre el dinamismo de los vectores de la globalización y las enormes resistencias españolas a ella, como si no se diera.

España tiene 82 universidades (más que aeropuertos), Andalucía solo tiene 11 junto a otras estadísticas juveniles igual de potentes y sin que al parecer sean magnitudes susceptibles de relación alguna. Supongo que las universidades detraen muchos recursos que no van a sectores productivos, industria, I+D+I, empleo. La propia sobreabundancia cuantitativa de universidades ha de oscurecer de suyo lo cualitativo y medular por su propio resplandor: muchos campus, infinidad de títulos, becas...

En realidad es ahora cuando por fin se ha consumado el famoso desarrollismo franquista, la pulsión inaugural de pantanos, universidades laborales o no... Lo que falta es el ecosistema para tanta grandeza: la autarquía, como lo demuestra el hecho de que los españoles no se expliquen cómo próximos a cien universidades, el turbión de licenciados y postgrados no tengan trabajo en casa. La lógica es aplastante, si se es capaz para tantas universidades, aeropuertos y opulencia cómo no se va a tener aparato productivo e industria y expectativas de plenitud consecuentes. ¿Estamos sobrados o no? Puro fetichismo.

La globalización no es efecto demoníaco de "los mercados", sino del desarrollo de las fuerzas productivas a escala mundial, de factores objetivos económicos, no morales. Ya hay millones de jóvenes políglotas ambiciosos para los que su mundo es el mundo. Saben que las universidades de prestigio y oportunidades están también en el mundo global, y lo buscan.

Esta es nuestra época. En España se sigue sin creer en la sociedad y el individuo, en que haya familias que antepongan el sacrificio para la mejor educación a coches de alta gama. De acomodarse a la época, nada. Al revés sí, claro.