Un estudio realizado a mediados de los años noventa por el profesor Juan Romero Pi demostraba que la presión fiscal en Canarias había subido siete puntos en algo más de una década. Entre 1982 y 1994 la presión fiscal (el total de impuestos que se recauda en relación al PIB de un país) aumentó en Canarias del 14% al 21,7%. Si hoy volviera a realizar un estudio similar, el porcentaje rompería cualquier tipo de récord después de los incrementos fiscales y la caída de la renta familiar.

A pesar de toda la cháchara oficial, la vida en Canarias se ha convertido en un artículo de lujo. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios determinó hace poco que las dos capitales canarias se encontraban entre las primeras de España donde la cesta de la compra era más cara. En un estudio sobre calidad de vida, las dos principales ciudades de las islas se encontraban entre las diez donde peor se podía vivir en nuestro país (son datos del 2012, así que en tres años puede que algunas cosas hayan empeorado).

Un trabajo realizado por profesores de la Universidad de Las Palmas hace como una década situaba a las islas entre los lugares del mundo con un coste de vida más alto, con más de 18 puntos por encima de la media mundial y en niveles similares a Japón, Islandia o Noruega. Treinta años antes, mediados los años setenta, la fundación Juan March patrocinaba un estudio que venía a decir lo mismo: vivir en Canarias resultaba más caro que vivir en el resto del Estado. Es decir, lo que nos pasa no es nuevo. Vivir en las islas resulta complicado.

En muy pocos años, las Islas Canarias lograron convencer a la Unión Europea de los problemas estructurales que plantea vivir en un territorio fragmentado, lejano y ultraperiférico. La UE recogió en su legislación la realidad física, social y económica de los territorios de ultramar y diseñó para ellos políticas específicas y medidas especiales. Algo que los europeos han comprendido fácilmente, porque es de sentido común, sigue siendo imposible de obtener en Madrid. El ombligo del mundo mundial, que habita entre Nuevos Ministerios y Moncloa, tiene un desprendimiento de retina, causado por un golpe de egolatría política, que le impide mirar más allá de la Península.

La campaña electoral canaria está pasando de puntillas por el hecho de que Madrid no quiera negociar ahora las compensaciones del REF a las islas. Es extraño que la gente no se ocupe de lo que les permite comer; pero esto es Canarias. Que las compensaciones por la insularidad y la lejanía contenidas en el nuevo REF estén congeladas y pendientes de negociar tiene difícil explicación estando esta tierra como está. Pero que el viejo REF no se cumpla y que Madrid se haya pasado por el forro de sus cojines de terciopelo muchas de sus inversiones y ayudas a las islas es como para que a uno le hierva la sangre. Aunque sea aquí, donde ya no hierve nada.