Lealtad.Ausente en la vida pública. Los candidatos Fernando Clavijo y Patricia Hernández reniegan de la acción del Gobierno que conforman (todavía) sus propios partidos. Quiero entender la razón aunque no la comparta: marcar suficiente distancia con Paulino Rivero y José Miguel Pérez, trastos amortizados ya. De paso, sin valorar el alcance de su crítica, sacuden también a muchos compañeros y ponen en entredicho el trabajo de otros tantos funcionarios. Una conducta irrespetuosa, cuanto menos. Dicen que a Hernández le preparan un "Tomás Gómez"..., después del "Casimiro Curbelo", que le arrebatará un par de diputados en La Gomera. Cabría preguntarse si ambos serán capaces de llevar en sus equipos (léase en sus listas) caras nuevas, no ofendidas con esta maniobra beligerante. Apuesto a que a ninguna. Qué importante la fidelidad. Sin escrúpulos con sus iguales, qué poco les costará con nosotros.

Regeneración. Nada. A los partidos de la casta aún no les toca. Porque estos aspirantes son jóvenes, de acuerdo, pero llevan muchos años en la política con dedicación exclusiva: no experiencia laboral ni fracaso emprendedor ni temporada en el paro. Políticos profesionales, esa es la propuesta de CC, PSOE y PP para regenerar la vida política canaria. Bueno, María Australia Navarro no es tan joven, pero también ya lleva tres legislaturas en la trinchera. Por cierto, me indigna la designación digital en el PP, digital de dedo, con la connivencia de sus afiliados, la complicidad del electorado y la inacción de la autoridad que no exige cumplir el mandato constitucional; un partido que gobierna (y cobra del erario) no puede saltarse con impunidad la obligación de funcionamiento democrático. Hay esperanza, sin embargo: me encanta el partido del Naranjito, Ciudadanos, que promete incorporar candidatos sin pasado político y con bagaje profesional.

Guión. Para crear el personaje: el candidato. Cercano, intuitivo, que-sabe-lo-que-tú-quieres, feliz, digno de tu confianza. Los aspirantes no parecen personas normales con vocación de servicio público, sino personajes que interpretan un papel, un producto de marketing. Todos visten "casual", a todos les gustan las murgas, el gofio y las romerías. No hablan, declaran; no saludan, abrazan. Y sonríen. Y te tutean. Ese vídeo superguay, en tonos pastel, superemocional, directo al corazón, para desatar la compra compulsiva, señora. Y que no se vean los hilos y no improvises, que me da la risa. "Le prometo una playa, don, que pagaré con su dinero, y un tren para sus nietos". La regeneración política es un camino sinuoso, en el que cuesta distinguir lo auténtico de lo impostado.

Herencia. Vaya panorama. Porque en el Cabildo de Tenerife el futuro inmediato exige desmontar el chiringuito sin que se venga abajo, destejer la red clientelar, levantar las alfombras y abrir los armarios. Tantos años de generar deuda, de ceder y ceder para evitar problemas, de intervenir en el mercado, de socializar las pérdidas de tanta ocurrencia bienintencionada. El Cabildo es un problema bien gordo. De entrada habría que eliminar el control de presencia y devolver la gestión a sus funcionarios. Después meterle mano al entramado de sociedades y participaciones empresariales, para enajenarlas al mejor postor. Y por último, reconsiderar los servicios que presta al ciudadano, repensar las competencias y cuestionar su organización.

Ideas. Reconozca que la idea es muy buena. Aquel vaso de agua medio lleno, en aquella exposición de arte moderno. Una composición tan sencilla con una fuerza tremenda, vaya metáfora: esperanza o pesimismo, según tu estado de ánimo. No sé cuántos miles euros pedían por aquel vaso, un abuso, dijeron. En realidad lo que vale es la idea..., esa idea brillante que no se le ocurrió a usted ni a mí.

pablo@zurita.es