Existen dos tipos de lenguaje según sea la actividad, ya que no es lo mismo explicar los complejos cálculos de horarios, descansos, compensaciones, algunos devengos y otras cosas, que requiere un conocimiento previo y atención para entender, que los soliloquios sindicales de los dirigentes que nunca logran decir algo, no ya original y nuevo, sino que tenga algún sentido y significado.

Aquí también hay un corte entre sindicalistas de empresa y los antiguos sindicalistas, y los burócratas. Los discursos de estos, las entrevistas por ejemplo, son la forma luminosa de apreciarlo. En sus declaraciones jamás encontraremos un análisis o valoración original y aguda, sino un gran aparato de sintagmas, enunciados, eslóganes ampliados, todos los lugares comunes, sofismas y logomaquias con los que el dirigente hará cabriolas para no decir nada. Pura esencia de demagogia. Pocos lenguajes más interesantes para la semiología que este (y el político detrás), por lo que no se entiende como filólogos, lingüistas, semiólogos y doctorandos en general no hayan mostrado interés por ese nicho de la retórica inerte.

Horas de verbosidad en que se parte de que, como se preveía, lo moralmente reprobable lo es: trabajo en precario, contrato basura, los mercados... El eslogan conservacionista y moral. Sin análisis, esfuerzo crítico, propuestas razonadas, proyectos serios, alternativas de verdad mínimamente creíbles. Nunca se oirá un análisis racional y crítico que implique una tasa mínima de novedad o que pueda ser retenido, que provoque una breve reflexión, sino el eslogan previsto. Por no referirnos a alternativas. Ha cuajado un único mensaje: el del lamento.

Lo más parecido es el hablar por hablar, hablar sin saber, responder a lo que no te preguntan o rellenar con paja un examen. El artista que domina esta técnica es el "piquito de oro".

El estudio de este lenguaje sindical merecería estudio filológico, por los juegos del lenguaje muy prosaicos que se remiten sólo a sí mismos, a su propia textualidad, de los que hablaba Wittgenstsein.

Humberto Eco en su obra "Obra abierta" se refería a que la tasa de información de una noticia o mensaje depende de la novedad que lleve aparejada. Ocurre que no hay información, la que sea.

Roland Barthes publicó hace unos años un título muy sugestivo, "San Ignacio de Loyola, Fourier y Sade", tres creadores de lenguaje que buscan la interpelación divina, el bienestar social o el placer. Son estructuras basadas en rígidas reglamentaciones. Palabras y actos se funden para cerrar todo lo que pueda alterar el mecanismo de repetición sin más.