Nuestra octava isla, que se decía. Tales los lazos que unían a nuestro archipiélago con aquel enorme país de grandes riquezas y que, a día de hoy, parece estar sumido en la miseria. Miseria que ha de soportar el pueblo llano. Como siempre. Los dirigentes no padecen tal situación. Como siempre. Sus expectativas de futuro se fomentan desde su presente, esquilmando a la nación que dicen dirigir y depositando los fondos a aquel fin lejos de la patria que proclaman. Y a veces se autodenominan dignatarios del país, como si estuvieran investidos de una dignidad, de un decoro en la manera de comportarse, de una excelencia. Cuanta hipocresía.

El presidente de aquel país, Sr. Maduro, parece estar empeñado en subvertir la democracia en una dictadura constitucional. Tanto manosea el librito de la constitución (dime de qué presumes y te diré de qué careces) que, al final, lo que hace de él es un objeto carente de valor. Y a gobernar por decreto. Y el pueblo a padecer. Los que le siguen y los que se oponen. Más estos últimos, porque sobre el padecimiento de la miseria pasa la persecución, la cárcel, cuando no directamente la muerte.

A falta de otras luces, el Sr. Maduro ve golpistas por doquier. Su sentido democrático pasa por el estás conmigo o estás contra mí. Y toda crítica que se me haga es una crítica y una vejación a la patria, a Venezuela, porque Venezuela soy yo. Y tan pasado de puro maduro. Quizás es que tiene interiorizado el germen del golpismo por su mimetismo con su mentor, Sr. Chavez (q.e.p.d.).

Verdad es que a la situación actual de Venezuela no se ha llegado de la nada. Se ha llegado de la abundancia y de la rapiña llevada a cabo por anteriores gobiernos. El de Carlos Andrés Pérez fue paradigmático. Peso pesado en la Internacional Socialista y que no tuvo empacho alguno en meter la mano en la lata del gofio hasta dejarla prácticamente vacía. Y de tales situaciones no podía devenir otra cosa que un salvapatrias militar.

Y así se ha llegado a que la democracia brille por su ausencia real. Situación en que cualquier discrepante del régimen puede ser encarcelado al margen de la justicia (si es que queda algo de ésta). Medios de comunicación que se manifiestan críticos son eliminados. Y Amnistía Internacional denunciando los abusos cometidos por el Gobierno del Sr. Maduro, y éste como el que oye llover.

Por todo ello me parece encomiable que don Felipe González se haya comprometido a apoyar y asesorar a los abogados de los opositores a aquel régimen, don Leopoldo López, alcalde que fue de Chacao, y don Antonio Ledesma, alcalde que era de Caracas, la capital del Estado.