El cronista no ha parado en los últimos días. De un lado para otro buscando información atractiva para los lectores. La rutina es la tónica (con gas y quinina) de cada jornada, de la semana, del mes..., de los últimos años. Cansa ver en los medios tanta columna de opinión y abundantes titulares con los mismos argumentos, especialmente políticos, y múltiples y variadas voces haciendo declaraciones, también relacionadas con la política. No se escapa nadie, todos quieren hablar y prometer (¡voto a la vista!).

El caos interior del cronista es importante, propiciado por las muchas circunstancias de cada día y que el informador vive en directo: próximas elecciones locales y nacionales, declaración de la renta, suicidio de medios de comunicación, yihadismo, accidentes..., y, encima, hace frío y llueve a destiempo.

Para no perecer en el caos, aplicaré el sentido común.

-¡Perdón! ¿Cómo ha dicho?

-Nada, que aplicaré el sentido común para no perderme en esta enmarañada selva de la sociedad que me rodea.

-¡Pues no sabe usted lo que dice!

-¡Perdone! ¿Yo le dado vela en este entierro? ¿Quién es usted?

-¿Ha oído hablar de un tal Tales de Mileto?

-Tales... Tales... Mileto... Mileto... ¡Claro, ahora lo he reconocido por la barba y ese bastón! Tengo su fotografía en mi despacho, al lado de la Diógenes.

-Sí, sí, recuerdo..., cuando fue usted a Grecia a hacer los reportajes del Oráculo de Delfos.

-¡Exactamente!, amigo Tales. ¿Cómo está Mileto?

-Pues jodida, como toda Grecia, y de donde vengo y en donde tengo muchos amigos y allí me quedé a vivir, porque en Mileto (está ahora en lo que ustedes llaman hoy Turquía) hay también muchos apuros económicos..., gobernantes despistados..., qué le voy a contar que usted no sepa; pero aquí no están mejor y por eso estoy en las Islas.

-¿Cómo dice? Aquí, usted... ¿Para...?

-Pues para lo del sentido común.

-(En este momento pasa por nuestro lado Manolo Viera). Está actuando estos días en el teatro Guimerá. Al oír nuestra conversación se acerca y nos suelta en voz alta: "El sentido común es como el desodorante, la gente que más lo necesita es la que menos lo usa".

-Ja, ja, ja (nos reímos el filósofo y yo). ¡Manolo, Manolo..., cuenta, cuenta!

-Pues ¿no oíste ayer al Soria que dijo que muchos países se están fijando en el modelo español para copiarlo?

-Sí, sí..., pero eso también lo ha dicho su jefe, Rajoy.

-Ya, pero es que cuando los periodistas le preguntaron qué países eran esos copiones, ¿sabes lo que dijo?... Pues que en ese momento no se acordaba... ¡Falta de sentido común! ¡¡Guanajos, que son todos unos guanajos!!

-(Veo cómo Tales levanta el báculo y nos habla con voz susurrante). ¡Señores, para eso he sido contratado, para hacer un curso de Sentido Común, aquí en las Hespérides!

-Bueno, usted como filósofo y pensador, amigo Tales, fue el que dijo...

-¡Sí, sí..., me lo recuerda todo el mundo: "El sentido común es el menos común de los sentidos". Es, querido cronista, una explicación racional de la realidad.

-¡Me pierdo, maestro, no le sigo!

-Claro, es que además de pensador, hay que ser matemático, como yo. ¡Vayan a mi clases para que aprendan! Se han apuntado muchos políticos de esta tierra.

-¿Y eso?

-¡Las elecciones, amigo! Ya no vale sólo prometer empleos y bajar el paro y subir las pensiones y bajar los impuestos..., ya el pueblo no les cree.

-¿Y usted les viene a explicar y enseñar lo del sentido común?

-Sí, caro amigo, es la única creencia con la que alimentar a las familias, el pueblo, los clanes... la humanidad. ¿Lo entiende?

-Pues... lo pensaré, sí, lo pensaré.

-¡Noooo! (grita). A eso vengo, a enseñarles que no piensen, que usen el sentido común.

-(Viera). Mira que yo se lo digo siempre: ¡No piensen que la cagan, coño, no piensen! El viejito tiene razón.

El cronista (masculla para sus adentros) jura estar confuso. Y repite una y otra vez: "El común de los sentidos... No, no, así no es... Si el sentido es común... Tampoco... El menos común de los políticos con sentido común...".

-¡Joder, no me sale! ¿Pienso, existo?

Decidido, me apunto a las clases de Tales de Mileto.

Ya les contaré.