La situación de los cristianos que viven en diversos países de Oriente Medio y África no cesa de agravarse constantemente. Pese a ello, los medios de comunicación apenas se hacen eco de la incesante persecución que están sufriendo los cristianos por parte de los yihadistas del autodenominado Estado Islámico (o bien ISIS, ISL o DAESH), que cometen todo tipo de abusos y prácticas inhumanas.

El grito desgarrador de los cristianos de dichos países que están siendo objeto de una limpieza étnica no cesa porque los yihadistas no les dan otra opción que abjurar de su fe y convertirse al islam, el destierro o muerte. No tienen otra alternativa. Esta es la realidad y testimonio de que son muchos los cristianos que a diario mueren por su fe o ven cómo pierden familiares por causa del odio religioso. Lamentablemente estamos asistiendo casi impávidos al mayor genocidio de cristianos del siglo XXI en algunos países de Oriente Medio y de África. Se trata, pues, de una auténtica campaña de exterminio físico.

Resulta indignante la escasa reacción de los gobernantes, en general, ante ese imparable goteo de nuevos mártires cristianos. Viendo la actitud pasiva de los jefes de Estado y de Gobierno se podrían aventurar diversas hipótesis. Tal vez sea una mezcla de cobardía, aversión, vergüenza o complejo de culpa. Tampoco es lógica la dispar reacción que la sociedad está teniendo, a través de los medios de comunicación, ante esos horrorosos crímenes si la comparamos con la habida con las víctimas del semanario satírico francés "Charlie Hebdo", que convocó una gran manifestación de repulsa en París a la que asistieron diversos mandatarios políticos. ¿Dónde están ahora esas voces clamando "Todos somos keniatas"? ¿Acaso unas víctimas merecen más consideración que otras? Por eso, no puedo sino protestar y lamentar por la enorme indiferencia y el vergonzoso silencio que se está teniendo ante la persecución y matanzas de cristianos que a diario se suceden y pasan casi desapercibidas. Me resisto a admitir que esa cruel indiferencia sea por tratarse de cristianos, es decir, personas políticamente irrelevantes, muchos de ellos, además, pobres, por los que no merece la pena ocuparse.

¿Y por qué se producen las matanzas de cristianos? Veamos. Independientemente de otras razones políticas, estratégicas, étnicas, etc., no cabe duda de que el cristianismo supone para estos fanáticos yihadistas un gran peligro al ser un referente moral, cultural y social en los países islámicos, por lo que intentan a toda costa evitar que la fe de Cristo se propague en sus tierras y pierdan adeptos.

Ser cristiano en estos países supone tener una clara actitud de rechazo y denuncia de la realidad injusta que se vive en dichas naciones: muerte precoz, vida inhumana, discriminación, etc. Ser cristiano supone un corte radical con todo lo que sea injusticia, opresión, violencia, violación de derechos humanos. El cristianismo encierra un mensaje de amor, perdón, justicia, paz, esperanza y libertad. Por eso, no es de extrañar que estos infieles aborrezcan el símbolo que representa estos valores: la cruz.

El Papa Francisco ha denunciado y condenado varias veces la persecución religiosa que están sufriendo los cristianos en Oriente Medio. Asimismo, el nuncio de Su Santidad ante las Naciones Unidas ha manifestado que de persistir estas atrocidades genocidas habría que pararlas mediante el uso de la fuerza, en legítima defensa. Esta acción se llevaría a cabo mediante la creación de una fuerza multinacional integrada no solo por países occidentales, sino también por países musulmanes contrarios al autodenominado Estado Islámico. Algo difícil de ejecutar porque ninguna nación estaría dispuesta a recibir féretros con sus soldados muertos. No obstante, cabe preguntar, ¿será necesario organizar una Novena Cruzada como las ocho anteriores (1096-1291)? Tal vez. No podemos seguir mirando hacia otro lado ignorando este genocidio.