Los accidentes son imprevisibles. Pero si tienes un coche la administración te obliga a sacar un seguro, a llevar triángulo y chaleco reflectante, a pasar la ITV y a circular por determinados sitios y a limitadas velocidades. Es decir, se da por seguro que va a existir cierto número de siniestros y se toman las medidas adecuadas para que sean los menos posibles. Y para que cuando ocurran causen los menores daños.

Es verdad que si te dedicas a hacer tortillas vas a tener que romper algunos huevos. Y con el movimiento portuario que existe en un archipiélago como el nuestro -afortunadamente- es elemental que en alguna ocasión vamos a tener que afrontar situaciones imprevistas que afecten a una gran embarcación. De hecho hasta ahora han sido sorprendentemente pocas las veces en que nos hemos enfrentado a estas anomalías.

En nuestros puertos hemos visto de todo, desde un barco portacontenedores que entró con un avión Harrier posado sobre la cubierta hasta un trasatlántico, el "Achille Lauro", que se quedó abandonado en su atraque al haber quebrado la empresa propietaria y que fue desvalijado por la tripulación, que empezó a vender el contenido del buque para hacerse con algunas perras. Lo del pesquero ruso misteriosamente incendiado, el "Oleg Naydenov", no es un asunto menor, aunque sea una accidente de modestas dimensiones.

Lo que diferencia a una sociedad responsable de una de mentecatos no es que se eviten los accidentes, porque, aunque se intenten prever, siempre ocurren. Lo que marca la diferencia es la capacidad de aprender de los errores y las experiencias. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pero si tropieza más de dos veces podemos concluir que se trata de alguien bastante tonto.

El incendio del pesquero dentro del puerto de La Luz tiene que ser desmenuzado a los efectos de aprender para el futuro. Se tomó la decisión de sacarlo de las instalaciones portuarias y en vez de llevarlo a una zona acotada y de poca profundidad para controlar los posibles vertidos fue trasladado a aguas profundas. La trayectoria seguida por el barco es extraña, porque del puerto de La Luz se lo llevaron hasta las cercanías de Jandía, en Fuerteventura; allí se le dio la vuelta y lo regresaron hacia el Sur de Gran Canaria hasta llegar a unos 25 kilómetros de Maspalomas, donde se hundió a 2,4 kilómetros de profundidad.

Las preguntas son obvias. ¿No hay suficientes medios para apagar un incendio dentro del puerto? ¿Y si en vez de un pesquero de ciento veinte metros de eslora fuera un trasatlántico de pasajeros? ¿Por qué se le paseó en un periplo tan errático? ¿Se hundió donde tenían previsto o de camino hacia algún lugar al que no llegó?

Por Canarias pasan cada año seis mil barcos con combustibles y productos químicos peligrosos. Y miles de turistas en grandes cruceros. Aunque sólo sea porque nos jugamos el bigote de nuestros intereses económicos, debemos tener planes de contingencia y medios para afrontar los incidentes que algún día van a ocurrir. A ver si además de ponernos histriónicos y hacer política de caldo gordo con este tema del pesquero aprendemos un poco de la experiencia.