Este fin de semana recibí mi primer regalo como madre, hecho con las manitas de mi hijo en la guardería para felicitarme por el Día del Libro. Les confieso que me emocionó como pocas cosas lo han hecho en los últimos tiempos.

En los recorridos que llevo haciendo ya desde hace tantos meses por Santa Cruz me presento como chicharrera, una mujer política con alma de empresaria y el corazón en cada barrio de mi ciudad, pero ante todo como madre. Hace algo más de dos años que la llegada de Alonso cambió mi vida. La mejoró, porque reafirmó en mí los valores más importantes que aprendí desde muy niña en mi familia.

Comparto estas reflexiones con ustedes a raíz de los muchos comentarios que me llegaron esta misma semana después de la publicación de una fotografía hermosísima en este periódico, El Día, al que considero como mi casa por tantos años de cariño y colaboración y al que seguiré teniendo el mismo cariño cuando como alcaldesa, me recuerden lo que quede por hacer.

La foto me la sacaron en el Mercado La Abejera, en García Escámez, y salen tanto mi hijo como el de mi compañera Zaida González, a quien la maternidad ha llenado de vida como a mí, y mi gran amigo José Carlos Acha.

Zaida, una gran abogada laboralista que me acompaña como número 2, se ha dado cuenta como yo lo he hecho, de que cada pequeña o gran cosa de tu día a día la haces porque te importan tus hijos. Razón tenía mi padre cuando me lo decía de chica.

Precisamente La Abejera es un buen ejemplo de la Santa Cruz que queremos en el futuro. Un espacio maravilloso donde hacer tus compras con la familia sin salir de tu barrio, con productos frescos y de la más alta calidad. Ese espacio fantástico, el auténtico corazón de García Escámez, cuya apertura se retrasó durante años, ya ha visto como tres de las tiendas han cerrado sin que el Ayuntamiento mueva un dedo.

Hoy es una lástima asistir al lento deterioro de las calles y plazas de García Escámez, un conjunto arquitectónico interesantísimo que tiene medio siglo de historia, con preciosos jardines que han sido testigos de decenas de historias personales. Los vecinos me lo cuentan y yo no puedo estar más de acuerdo: Esto tiene que cambiar.

Las ciudades tienen que ser, primero, para las familias. Con espacios para pasear con tus hijos, con parques infantiles cuidados, pero también con bancos en condiciones donde los mayores puedan sentarse y charlar cómodamente. Esa es la Santa Cruz donde yo quiero que Alonso crezca y edifique su proyecto vital.

Reflexionas sobre la importancia de garantizar esa calidad de vida cuando recorres La Gallega o El Sobradillo, donde se acumula el mayor índice de desempleo juvenil de la Unión Europea, pero también por el Centro de Santa Cruz, donde una autónoma te cuenta que intenta sobrevivir en una zona convertida en una trituradora de emprendedores, o en Los Gladiolos, cuando te echas un baile con los jóvenes de espíritu de la Asociación de Mayores.

Al final, los vecinos son los que sufren la incomprensión de sus gobernantes, y esta sensación es tan vieja como el mundo. Ya la recogió hace más de un siglo uno de los grandes escritores en lengua española, Benito Pérez Galdós, un canario a quien he citado muchas veces estos días, y a quien rendí homenaje el pasado día 23, con ocasión del Día del Libro en el Círculo de Bellas Artes de nuestra capital.

Allí leí un pasaje de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, que podría haber sido escrito por cualquier vecino de Santa Cruz en la actualidad: "Mientras los generales se calientan los sesos haciendo cálculos tácticos, y mientras truena la artillería y se destrozan las falanges, allá en la cola del ejército, una ciudad portátil, llevada por mercaderes ambulantes, tiembla por su destino".

Alonso, mi hijo, es el motor de mi vida. Y como madre, chicharrera, política con alma de empresaria y mi corazón en cada barrio de Santa Cruz, les digo una cosa:

Yo bajaré los impuestos en Santa Cruz.

*Candidata a la Alcaldía de Santa Cruz de Tenerife.