Lo viejo. Ya está bien de siempre lo mismo. No nos gusta lo viejo, queremos nuevo. Repiten y escuchamos la consigna del felipismo hasta la afonía. Piden el cambio. Partidos nuevos y partidos viejos con candidatos nuevos o con apariencia de serlo. Y digo yo ¿cómo distinguir lo nuevo de lo que también es nuevo? Porque esto no va de programa ni mucho menos de ideología ni tampoco de voto responsable... Los fanáticos defenderán sus colores manque pierdan, la mayoría silenciosa irá a la playa a pasar el día y el votante indeciso se dejará llevar por su intuición. Hete aquí avezado candidato, obligado a generar confianza, no hay más. Besuquear niños, abrazar puretas o sonreír hasta el desmayo, da igual, cuando actúa la intuición importa solo la intención: el falso afecto no funciona. Sé tú mismo, incauto aspirante primerizo, la autenticidad es un valor que siempre cotiza al alza.

Lo nuevo. Salvo alguna ocurrencia disparatada, de los programas electorales me gusta todo. Poco nuevo, huelga aclarar, soluciones pragmáticas pero con bastante cabeza, paridas pocas, por la cuenta que les trae. Cada cual aporta su visión desde su propio ángulo, (casi) todas válidas y razonadas. La fusión de la metralla traerá el equilibrio, afirmo. Un equilibrio dinámico en el parlamento autonómico y en las entidades locales que se fundamenta en la negociación y el debate de ideas, de forma y de fondo. Soy optimista -quién si no- porque la democracia se regenera con el debate político, quién lo iba a decir. Tantos partidos con representación significará aceptar el destino, discutir y consensuar. Bravo, la democracia venció, gentil goleta sobre agitado mar, ni los topes electorales ni la triple paridad serán barrera para impedir la pluralidad..., lo cual quiere decir que quizás ese no era el problema.

Decidir. Entre viejo conocido y nuevo por conocer, pues no sé yo. La publicidad y su papel trascendente hacen como la coca cola, presente a todas horas: si no sabes qué pedir (qué votar), acuérdate de mí. La maquinaria del politburó a todo trapo, por tierra, mar y aire, en la calle en todas las vallas, en prensa todos los días y en la radio a todas horas. Se han quedado solos en los medios, no han entendido que los partidos emergentes sobreviven en las encuestas gracias a sus líderes nacionales y que la intervención pública de los aspirantes locales no suma... De hecho, como escuché ayer, puede que la inexperiencia, la falta de naturalidad y la candidez resten. Aunque no creo que ninguno de los que puede se atreva con esta estrategia.

Apuestas. No me puedo resistir: Fernando Clavijo de presidente, "el menos malo" según confesó él mismo, en comandita (por los pelos) con el PSOE, aunque Patricia no renunciará a su escaño en cortes, el PP a la baja (le podrán echar la culpa al que propuso mandar la propaganda electoral con la foto de Rajoy), y Nueva Canarias, Podemos y Ciudadanos al redil, de contrapeso necesario, imprescindible; ah, y Casimiro Curbelo... a eso le pones el cuño.

Epílogo. Tan poco acostumbrados a las obras confieso cierto estupor ante la actividad frenética de estas últimas semanas. Y fuerte pifia la del alcalde Bermúdez en su último estertor, inexplicable, usted, que fue siempre tan prudente, ¿una caseta como baño público plantificada en la Alameda del Duque de Santa Elena? No ha trascendido si la infraestructura requirió la modificación puntual del plan general o queda fuera de ordenación. Ahí está, significativo colofón de un mandato: cada cual deja un mamotreto acorde a sus pretensiones.

pablo@zurita.es