El sindicalismo verdaderamente sepultado por la izquierda -las agónicas exhumaciones de Zapatero ni le alcanzaron- fue el anarcosindicalismo, el único de raigambre y especificidad españolas, del que el mismo Bakunin fue un gran admirador.

CCOO llegó a definirse como ¡movimiento sociopolítico! Tal pretensión -obviamente hace décadas desechada- cuarenta años después mantiene la reverberación del totalitarismo que subyacía en el esforzado comunismo español para pasar del Comintern a la democracia. El ADN de la izquierda española no es el de las Trade Unions o la socialdemocracia alemana.

¿Cabría algún parentesco o siquiera aire de familia de aquellos con los actuales sindicalistas?

Se hacían llamar sindicatos de clase -aparte de para diferenciarse de los sindicatos amarillos- porque la sociedad aún era una sociedad de clases. Los primeros en anular el concepto fueron los científicos sociales. Los partidos no hablan de clases y si lo hacen es de las medias. Para la nueva izquierda posrevolucionaria tampoco existen; las dinámicas sociales más pujantes y novedosas: antisistema, movimientos 15-M, contra desahucios, "preferentes", mareas... y nacionalismos han sacado al sindicalismo de las calles, y no el "buen tiempo y el puente del Primero de mayo". Los nuevos partidos Ciudadanos y Podemos no quieren ni oír hablar de ellos, como en las encuestas los españoles (por detrás de los políticos).

Hace unas semanas El País dedicaba gran atención a los sindicatos bajo el título de "Nueva economía, ¿nuevos sindicatos?" Y seguía: "Globalización. Innovación tecnológica. Nuevos modelos productivos. Pérdida de credibilidad..."

Efectivamente, el modelo sindical colea como pez fuera del agua, en contra de lo que Maozedong preconizaba para los revolucionarios: moverse como aquellos entre las masas. Carecen del modo de producción y formaciones sociales que los vio nacer. Como todos los sistemas anacrónicos, se han corrompido en todas las ocasiones en que ha sido posible hacerlo, sin distinción. Los burócratas que alegremente se califican de puros no han tenido oportunidad, salvo que haya diferencias sicológicas, formativas, curriculares y morales según siglas. O en laboriosidad y productividad (son los antiejemplos).

Las pocas voces lúcidas de la izquierda (desoídas sistemáticamente) abogan por la vinculación de los salarios a la productividad. No estamos ya bajo el paradigma actual (franquista) inspirado en las grandes empresas públicas siderúrgicas y mineras. Este marco autárquico que rige en los sindicatos es pura obsolescencia bajo un modelo económico y de competencia mundial. A poco que esta realidad se vaya asumiendo acabará desmoronándose todo ese tinglado sindical, incapaz de operar en el mundo actual. Entretanto, mantienen "su" empleo.