Un hombre, un voto. Y una mujer también. Pero no es así. En España hay sistemas que priman los votos de algunos territorios. Y en Canarias el Estatuto equilibra la representación en el Parlamento de las islas menos pobladas. Se le da más poder a quien tiene menos habitantes. Ya es un clamor. Hay calentura política y efervescencia en las dos grandes islas de Canarias, que quieren corregir lo que consideran una injusticia. Tenerife y Gran Canaria quieren más poder para quien tiene más habitantes. Eso supone tocar el pacto de equilibrios (desequilibrios, más bien) sobre el que se construyó Canarias. Es abrir una caja de Pandora de la que pueden salir los viejos demonios familiares de esta tierra: el pleito capitalino, la doble insularidad, el papel de los cabildos... Por si éramos pocos parió la abuela. Habemus bronca.