Ha sido providencial el acuerdo de que la formación de Gobierno y la gobernabilidad deberán corresponder a la fuerza más votada, pues de otro modo el nacionalismo canario lo tendría más difícil en una hipotética minoría u oposición. Si bien en algunos estamentos ha perdido escaños, el dilema que se plantea es cómo y con quién formar mayoría para legislar en esta fragmentada comunidad. Aunque no lo manifestaran, los nacionalistas tenían previsto, desde que se deshicieron de Paulino Rivero, de reeditar el pacto con el PP, pero sin Soria como cogobernante, pues desde su cargo ministerial ha demostrado su animosidad refractaria con los intereses generales de los canarios, víctimas propiciatorias del mutuo enfrentamiento con el inmediato cesante presidente, que ha generado en esta última legislatura lacerantes retrocesos estatales presupuestarios.

A diferencia de esta etapa para olvidar, las miras presuntamente más dialogantes se orientan, en principio, hacia el partido que logre gobernar el país a partir de los comicios generales de noviembre. ¿Qué hacer, entonces? ¿Sumar hasta obtener la mayoría absoluta o acordar una provisionalidad ejecutiva para ver con quién se compartirá la cama del cuatrienio? Evidentemente, el socialismo de Patricia Hernández, fuerza más votada según las encuestas, va a exigir sus condiciones, pese a que a nivel estatal sigan por debajo de la derecha, evidenciando un cierto fracaso de su líder, Pedro Sánchez, así como el de Susana Díaz, que por ahora no consigue formar gobierno en Andalucía. La conclusión va a ser que se va a seguir gobernando por intereses partidistas, en vez de hacerlo para una ciudadanía que no sólo ha experimentado un paro brutal, sino que los que aún siguen trabajando lo hacen ahora con salarios devaluados y carentes casi absolutamente de derechos. Pero a la clase política, al menos a nivel estatal, parece no importarle la destrucción de la clase media, baluarte indiscutible de la economía de un país, que traducido a nuestras islas se multiplica de forma muy lesiva.

No va a ser fácil la papeleta encomendada al nacionalismo canario, ni tampoco sabemos si el voto de castigo al Partido Popular va a ser el adelanto significativo de los resultados de las generales de noviembre, porque los criterios de los votantes suelen cambiar en estos casos. Tampoco si los partidos emergentes tendrán quórum suficiente para imponerse a los tradicionales y cambiar con ello la fórmula política hasta ahora vigente, que en nuestro caso, y coincidiendo con la celebración del Día de Canarias -vaya mi felicitación a esta Casa por su Medalla de Oro-, son pactos y fastos en aparente cordialidad interpartidista, que serán vehículos inevitables para negociar la gobernabilidad. Acuerdos que no sabemos, en el momento de escribir, si van a ser en cascada o por libre negociación, pese a no olvidarnos que la mejora social fue el permanente argumento programático de todos los candidatos, supuestamente para erradicar el continuismo de este sistema político que, al menos en Canarias, está necesitado de cambios sustanciales. Disfruten esta celebración lo mejor posible.

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