Por influencia de la Ilustración, que tanto ha contribuido a construir un orden social más justo y más libre, vaga por nuestra cultura un concepto hipertrofiado que puede resultar negativo para la verdadera emancipación humana, para lograr una comprensión mejor de nuestro núcleo interior: el concepto de autonomía total, contrapuesto al de heteronomía o dependencia. En palabras más sencillas, el error consiste en identificar -e idealizar- la libertad con ser independiente de todo, de los demás, de la tradición cultural recibida, de las costumbres...

En consecuencia, se favorece la pretensión de una conducta individualista sobre la que nadie influya. Y esto produce un aislamiento que empobrece el crecimiento interior, la felicidad existencial. Javier Gomá, filósofo español actual, explica que una de las consecuencias negativas de la exageración de la autonomía es el "dogma moderno que define la felicidad como negocio absoluta y exclusivamente subjetivo, sobre el que nada ni nadie le asiste derecho alguno a pronunciarse". Y aclara: "No somos autónomos, como nos soñó Kant, pero sí somos racionales, porque podemos juzgar críticamente quién es el modelo digno de imitación. Heteronomía autónomamente asumida".

En el poema "Isla", la poeta rumana Ana Blandiana ofrece una metáfora luminosa. Comienza presentando una isla idílica como imagen de esta falsa aspiración a la independencia: "Me gustaría ser una isla / con la que sueñan los que desean quedarse solos, / y que los náufragos ven en sus alucinaciones". Pero después el poema hace un quiebro y nos transporta a la realidad del ser humano, a la falsedad de la visión individualista: "Una isla es siempre la cima de una montaña, / en cuyas laderas viven miríadas de seres / en las profundidades del océano". O sea, en parte autónomos -la cima de la montaña, la inteligencia que juzga con criterio propio- y en parte heterónomos -la falda en la que hay miríadas de otros seres-, pues los otros forman parte de nosotros.

También, los versos de Blandiana profundizan en que la conducta solitaria puede resultar nociva. Escribe: "Los miro y me asombra / su soledad. / Y lo culpables que son / de estar solos". Esta soledad voluntaria es el individualismo. Y resulta tan dañina que el poema adopta aires de asombro y dramatismo: "Los miro largamente / y me pregunto /-¿cuánta soledad / es capaz de aguantar cada uno, / antes de morir de soledad? / ¿Y después?". Y tal vez, con el uso magistral de este adverbio abre la reflexión a la pervivencia eterna, a un paraíso futuro también poblado de otros.

Asimismo, el individualismo anestesia el corazón y le impide percibir la soledad que daña a los demás. Por ejemplo, el aislamiento de los ancianos por dedicarles poca atención; el encierro informático que aísla a muchos jóvenes por falta de atención educativa de sus padres: demasiadas horas en el ordenador en un mundo solitario e irreal; por último, la rutina, que mella y destroza muchos matrimonios, también puede alimentarse de la incapacidad para detectar la soledad del otro y tratar de corregirla siendo mejor compañero.

Cuando Javier Gomá se pregunta en su meditación filosófica por lo fundamental, afirma: "La cuestión palpitante ya no es la vivencia subjetiva sino la con-vivencia. El problema no es ser libres, sino ser libre juntos". O sea, abandonar el mundo solitario en el que el yo campea sin limitaciones y penetrar la vida real en la que nos entrelazamos con los demás.

Tarea esencial la que consiste en integrar en nuestra vida interior a los demás, con gozo y generosidad. Es la otredad que tan bien expresó Octavio Paz: "Para que pueda ser he de ser otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, / los otros que me dan plena existencia". Y también certificando que "nunca somos a solas sino vértigo y vacío".

@ivanciusL