El cronista hace un viaje inesperado. Hay mucho vericueto en los recuerdos y cuesta llegar al final del camino; pero se intenta a golpe de encuentros idos, aunque no del todo. Parece ser que el cerebro esconde "nubes", al igual que en Facebook, en donde se almacenan datos y conocimientos, bien custodiados, que se usan poco o que, aparentemente, se olvidan..., pero sólo aparentemente.

-¡Y es cierto, querido amigo!

-Y me lo dice usted, que nació en 1924! O sea..., de recuerdos...

-Sí, creo que por ahí, por esa fecha; pero soy un viejo con recuerdos vivos. Fíjese, tenía doce años cuando empezó la llamada guerra de España. Un asesinato, amigo.

-Me lo dice porque se cumplen años de la muerte de Federico García Lorca.

-Sí, ese fue, sin duda, un crimen, sí; pero me refiero a otro que a muchos de nosotros nos dejó huérfanos.

-¿De nosotros, qué nosotros?

-Los republicanos españoles, amigo.

-Por cierto, que Felipe y su mujer...

-...Sí, sí, lo sé, su familia, padres y parientes eran también republicanos. Y como el PSOE histórico..., aunque ahora sigue habiendo algunos; pero están calladitos.

-No puede ser, viejo amigo. ¿Un Borbón republicano? ¡Acabáramos!

-Mire, yo soy, además de poeta y escritor, soy psiquiatra y usted a mí no me vuelve loco. Y le digo que Felipe González...

-(Interrumpo de inmediato). ¡Hombre de Dios, me refiero a Felipe, el rey, y a su esposa, Letizia, con zeta!

-¡Ah, ya, ya! ¿Y...?

-Pues que en Francia han homenajeado a los republicanos españoles que huyeron del país, cuando lo de Franco, y lucharon al lado de los franceses para impedir la invasión nazi.

-Sí, sí, unos valientes. ¡Ya ve usted; y aquí, en su país, olvidados, pendientes, todavía, de tantos reconocimientos, oficiales y públicos, muy especialmente por lo que aportaron a la sociedad, la cultura...

-La Cultura, así con mayúscula. Como ese Premio Canarias, tan merecido, que recibió en 1991.

-¡Y no sólo ese! ¿Recuerda cuando compartimos el premio de poesía Pedro García Cabrera?

-¡No me voy a acordar, bella Cecilia!

-(Cecilia Domínguez suelta una sonora carcajada). ¡Usted siempre tan galante!

-¡Escuche, se lo dedico: "Pero aquella mujer que me miraba, que me amó desde lejos, esperará mi carta, aquella que escribí, que se ha perdido, no sé dónde, ni cuándo, ni porqué. Mujer que estás tan sola".

-(Se oyen nutridos aplausos. Y los rostros emocionados de las mujeres presentes son todo un poema. ¡Coño!, qué bien encaja esta palabra, poema, hablando de versos y con poetas).

-¡Y tanto, señor cronista! Además de poeta, verdad Cecilia, es generoso, afable. Una persona de muy buenas formas, elegante, amigo de sus amigos, con los que gusta conversar en su casa, de sus pasiones literarias.

-Así es, mi querido Fernando Delgado, y sabes que se te quiere mucho. Como a ti, Elfidio.

-Lo sé, lo sé, Delia. Y hemos tenido ocasión de estar muchas horas juntos cuando hicimos para Los Sabandeños "Llamarme guanche". ¿Recuerda, mi amigo?

-¡No me voy a acordar! (Y empiezan ambos a cantar)... "Llamarme guanche. Hijo de los volcanes y las lavas. Llevar la frente alta. Tener corazón hecho de libertades. Llamarme guanche".

-(El cronista, como todos los presentes, no puede evitar el escalofrío que produce esa exaltación de la raza hecha canción).

-¿Y por cierto, señor cronista, el otro día le oí por la radio recitar un poema mío? ¿Sí o no, diga?

-Sí, sí, lo hice con mucho gusto, que lo repito ahora, nuevamente, en su honor y que dice así: "Todo va a ser igual. Pasados los primeros días de las visitas, poco a poco, la casa irá olvidando el paso de quien la recorría".

"Aquel sillón no sentirá mi peso, ni el verde césped del jardín..."

¡Lo siento, no puedo seguir! (Y el cronista se derrumba, al recibir la noticia).

Homenaje a Carlos Pinto Grote