Un artículo firmado por Pedro Manuel López Toledo, publicado en la prensa de Canarias recientemente, trata sobre la afición a la fiesta de los toros, del expresidente de Gobierno de Canarias Lorenzo Olarte Cullen, una faceta del señalado político que desconocíamos.

Con Lorenzo Olarte hemos tenido ocasión de sostener alguna larga conversación sobre temas políticos, en los cuales tengo que reconocer que coincidíamos en muchos de sus planteamientos, si bien en lo personal mi relación con él no tiene recuerdos muy halagüeños, ya que, siendo presidente del Cabildo de Gran Canaria, apoyó una gestión manipulada para acabar con mi Escuela de Turismo de Las Palmas, la cual resistió contra viento y marea esta y otras tropelías contra dicha entidad privada, hasta que hace unos pocos años un ladino personaje, plenamente identificado, acabó "in misericorde" con ella, después de más de cuarenta años formando técnicos en Turismo, que se cuentan por cientos y que están desplegados no solo por todo el Archipiélago canario, sino por el mundo entero. La historia es incontrovertible.

Con este necesario preámbulo vamos a entrarle de lleno al tema de las corridas de toros y la increíble prohibición de las mismas en Canarias.

Desde que se conoció la prohibición del citado espectáculo en las islas, hemos tenido la inquietud de "romper una lanza" con este comentario, que es, sin dudarlo, contrario a esta determinación que no logramos entender a quiénes beneficia, a pesar de que le habíamos dado tiempo al tema a ver si descubríamos el fondo de la cuestión.

Las corridas de toros son en el mundo, no solo una fiesta popular, sino un atractivo poderoso para el turismo que tiene oportunidad de acudir a una de las plazas donde se celebran. Apartando alguna anécdota de la que fuimos principales actores durante el Congreso Mundial de las Skal Club, en Canarias, año 1963, son cientos las oportunidades que tenemos para referirnos a ellas como un espectáculo acogido con sumo interés, curiosidad y alegría por el turismo, que goza viendo toda su parafernalia, la cual es todo un rito ancestral que se ha impuesto como una obligación en la programación de las estancias turísticas, en los lugares que tiene la suerte de tener su plaza de toros. Otra cosa sería comentar si estamos de acuerdo o no con toda su forma y desarrollo.

Ahí está el torero, que se juega la vida ante un animal -que no tiene nada de "animal de compañía"- y que al final remata, suponemos que al igual, o parecido, que si lo hicieran en un matadero. Toros criados para dar ese espectáculo y hombres y mujeres (Cristina Sánchez) que se prestan a ello de forma decidida después de una larga preparación y un difícil camino para llegar a poder enfrentarse a un toro ante una multitud sedienta del espectáculo que abarrota las plazas en todo el mundo. No, no eluden este espectáculo los ingleses, alemanes o nórdicos europeos. Creerse esto es estar completamente mal informados. Lo sabemos de sobra.

Que ha existido una cuestión política en alguna región de España para suprimir las corridas de toros es una realidad como la copa de un pino, pero que eso se haya transportado a Canarias tiene que tener obligatoriamente alguna otra razón que no hemos podido descubrir. El cuento de hacer padecer al animal no pega ni con cola. La prueba fundamental de todo este desatino e incongruencia la tenemos en las peleas de gallos.

Durante algunos años asistíamos los lunes -las peleas de gallos eran los domingos- en la oficina donde prestábamos nuestros servicios a los comentarios sobre las peleas de gallos entre La Espuela y El Norte. Eran -¿todavía lo son?- los dos "partidos" de gallos principales en Tenerife. Por pura curiosidad asistimos una vez a una pelea de esos enfrentamientos junto a unos amigos "galleros" y tuvimos la oportunidad de ver cómo se apostaban grandes cantidades de pesetas alrededor de una pelea de dos pobres animalitos que se despedazaban con unas espuelas artificiales, algunas veces hasta la muerte... No volvimos a ir a una pelea de gallos.

Somos a través de toda nuestra vida amigos de los animales. Hemos tenido durante muchos años palomas mensajeras y de las otras. Gallinas, patos, pericos, perros, gatos...

Si bien una corrida de toros pudiera parecer un ensañamiento con el animal -que en alguna de sus "suertes" lo es-, nunca podrá compararse con lo que ocurre en una pelea de gallos, donde dos pobres animalitos se despedazan -insistimos- ante un "emocionado" público que se juega sus dineros apostando por "el melado" o por su contrincante ¿No se habrá enterado de esto el Parlamento de Canarias? ¿Cómo es que se prohíben las corridas de toros y se aceptan las peleas de gallos? ¿Tiene esto alguna explicación plausible? Ustedes me dirán...

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo. ONU