En 2010 Grecia pidió el rescate de la Unión Europea para evitar la suspensión de pagos. Y aceptó una serie de condiciones a cambio de que el resto de los europeos aportaran dinero para sacarles de la "quiebra país" en la que estaban metidos hasta el corvejón. Los "malvados" dirigentes de la UE han puesto 216.000 millones de euros, de los que 32.000 son de los españoles.

Los griegos deben 310.000 millones en total (contando lo que le ha dado la UE) y es comprensible que pidan condiciones más laxas para poder devolver unas cantidades tan importantes en comparación con su PIB, que es de unos 180.000 millones. Pero lo que Grecia está pidiendo no es más tiempo de los 25 años de media que tiene para devolver esos préstamos. Ni siquiera está pidiendo solamente una quita. Está pidiendo todo eso y además más dinero. Y es realmente una mala estrategia negociadora que cuando vas a pedir dinero prestado le pongas condiciones al que te lo va a prestar. Sobre todo cuando aún no has devuelto el dinero que ya te prestó anteriormente. Es más, y encima te niegas a tomar las medidas de ahorro necesarias en tu economía para pagar lo que ya debes y lo que estás pidiendo nuevo.

El país heleno tiene hoy una pata fuera del euro. Y de la Unión Europea. Y eso puede tener muy malas consecuencias para todos nosotros. Porque va a afectar a la fortaleza de la moneda y a la estabilidad de un proyecto al que el previsto referéndum de Gran Bretaña ya ha puesto en un brete. Pero no hay mal que por bien no venga y esta crisis puede ser también un revulsivo para el proyecto de la Unión Europea, que languidecía. Si la UE sobrevive a estos próximos meses de infarto, se habrá convertido en un proyecto más sólido e inexpugnable y probablemente avance hacia la Unión fiscal y bancaria que la consolidará.

Los griegos probablemente no estén en ese futuro si decide autoexcluirse en el próximo referéndum convocado por su Gobierno. El presidente Tsipras ha lanzado un órdago a la UE en la creencia de que no permitirán la salida de su país. Pero todo indica que ha cometido un grave error de cálculo. El Eurogrupo ha lanzado señales de que su paciencia se ha agotado y que la salida de Grecia es un hecho.

Mariano Rajoy ha agarrado el hueso al vuelo. Al fin puede presentar ante los españoles el ejemplo práctico de las consecuencias para una sociedad de poner sus asuntos en manos de gente irresponsable que promete cosas que luego no se pueden cumplir. Las imágenes de la gente ante los cajeros de los que no pueden sacar más de 60 euros diarios, el corralito financiero acordado por el Gobierno heleno que busca desesperadamente liquidez para poder pagar a sus jubilados... Estamos viendo el principio del fin de un país que ha coqueteado demasiado tiempo con el peligro, que se engañó a sí mismo y a sus socios con unas cuentas falseadas y donde sólo muy pocos pagan impuestos y son demasiado los que cobran prestaciones de la administración.

Estamos asistiendo a la gran tragedia griega. Y ya veremos si hay funciones en otros países de Europa.