Antiguamente, se dice, el éxito de los estrenos de las obras de teatro se podía determinar a simple vista, mirando el tramo de calle delante del lugar de representación. Como el público pudiente acudía en carruajes, si había muchas bostas de caballo esparcidas por el suelo, la obra había sido un éxito. De ahí que en el mundo de la farándula para desear suerte se siga usando la vieja frase de: "Mucha mierda".

Los tiempos cambian y el teatro sigue, aunque ya no está constreñido a las bambalinas. Ha dado el salto a la calle, a las instituciones, a la realidad casposa. En 2009 se anunciaba en rueda de prensa, a bombo y platillo, un sonoro éxito policial. Se había desarticulado una banda que pretendía introducir en Canarias un gran alijo de cigarrillos falsos y además contaminados con mierda de conejo, lo que suponía un gravísimo atentado contra la salud pública.

Los altos cargos del Gobierno y de las fuerzas de seguridad presentaron el caso con todo lujo de detalles, dando cuenta con pelos (de conejo) y señales de los funcionarios corruptos detenidos y del tabaco incautado, pese a que el caso estaba bajo secreto de sumario. Uno de esos secretos a voces de nuestra peculiar justicia. Tan secreto que apareció publicado en el New York Times.

Las secuelas del caso son irreparables. Algún funcionario perdió a su familia, al verse expuesto a la condición de delincuente ante los ojos de sus seres queridos. Todos perdieron su trabajo. Sus bienes. Las vidas de todos a los que tocó el caso se convirtió en un infierno que no ha terminado con la sentencia de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, que ha determinado que ni hubo contrabando ni el tabaco era ilegal ni ha podido encontrarse la menor prueba de la existencia de los famosos excrementos de conejo.

Atrás quedaron las espectaculares detenciones de varios funcionarios estatales que fueron esposados en sus centros de trabajo y llevados al talego en medio de un enorme y oportuno despliegue mediático. Seis años después -es decir, ahora- todos los acusados han sido exonerados de cualquier tipo de delito, el tabaco que sigue en los depósitos ha resultado legal y los excrementos de conejo han resultado ser inexistentes.

Los daños irreparables que ha producido este penoso y falso caso no han sido causados por la acción de la Justicia, sino por una exhibición mediática imprudente y apresurada de un éxito policial que ha terminado siendo un fiasco. Y que debería tener consecuencias profesionales para los responsables de colocarse tan rápidamente una medalla que ha resultado ser pura quincalla.

El deseo de publicitar asuntos que afectan el honor, la reputación y la vida de las personas, sobre las que se formulan acusaciones urgidas por los telediarios y sin fundamento judicial, produce en ocasiones casos tan lamentables como el de aquel padre convertido en vil asesino por unas pocas horas en una crisis de histeria mediática. O como este otro caso, que llenó titulares de prensa y arruinó para siempre la vida de algunas personas. Alguna de ellas recibe hoy tratamiento sicológico para ayudarle a superar el trauma padecido. Hoy puede decirse que, pura ironía, todo el caso ha resultado ser una auténtica mierda. Y no de conejo.