Benjamin Zander es un director de orquesta británico, titular de la Filarmónica de Boston, que tiene una muy peculiar forma de enseñar a sus alumnos, de dirigir a sus músicos y de transmitir la vibración musical hasta conmover a su auditorio, incluso a los más desinteresados por la música clásica. Lo he visto en varias ocasiones a través de la red. La última vez me lo ha recordado un amigo que compartió uno de sus vídeos en Facebook. No sé si habrá cientos o miles de grabaciones circulando en Internet de sus actuaciones-intervenciones cargadas de espectacularidad y que van más allá de su interpretación musical.

Zander explica que a los 45 años y tras veinte conduciendo orquestas, cayó en la cuenta de que el director es el único que no produce sonidos, y que su "poder" depende de su "habilidad para hacer poderosas a otras personas". Este descubrimiento transformó su vida, porque comprendió que su trabajo consistía en "despertar posibilidades" en los demás.

El primer día de clase en el conservatorio de música, sus alumnos llegan ansiosos, se comparan con sus compañeros y cuando suben al escenario a tocar, Zander dice que observa que aunque parezca que hay una sola persona con su instrumento, en realidad hay "dos", la persona que toca y la que está a su lado diciendo: "No has practicado lo suficiente...", "¿sabes cuántos tocan esta pieza mejor que tú...?", "ese pasaje donde te equivocaste la última vez es el que sigue. Te equivocarás de nuevo...". Y cuando lo está relatando a su audiencia dice: "Todos saben de lo que hablo". Sí, desde luego.

Así que para remediar tantos miedos y tantas inseguridades causadas por uno mismo, en ese primer día de clase, Zander concede un 10 a cada uno de sus alumnos y alumnas. Rosamund Stone Zander, que es pionera en el campo del liderazgo empresarial (y también la mujer de Zander), le sugirió esta técnica llamada "todos merecen 10". Ella explica que el resultado es fabuloso porque logran ver a los músicos que "están allí ocultos", es decir, lo que estos estudiantes serían si "esas barreras, esos temores, esas voces que les recuerdan lo que no pueden hacer, no existieran".

Darles un 10 desde el primer momento es un paradigma diferente en el liderazgo y también en la educación, que para mí es, o debería ser, una forma de liderazgo. Ellos hablan del "paradigma de lo posible" con un matiz importante, según creo. Se trata de que los estudiantes de música "entren" en lo que es posible alcanzar, que de alguna forma se den cuenta de sus posibilidades reales y se entreguen a ellas como la manera de desarrollarse como músicos. No habla de un 10 como una norma, como una expectativa ya creada ante la que no se puede fallar y mucho menos como una exigencia.

El 10, tal y como yo lo entiendo, es reconocer de entrada la valía indudable de cada uno, y a partir de ahí tenderles la mano para que puedan descubrirlo. Sería más bien un autodescubrimiento, que a mi modo de ver es el mayor de los descubrimientos y que incluye no solo para lo que valgo, sino también lo que nos está frenando.

El buen liderazgo, este del que se habla tanto a cuenta de la transformación en las organizaciones, consiste en ayudar a sacar lo mejor de las demás personas. De acuerdo, pero no es solo eso. Yo añadiría que la faena es completa cuando se logra que sea la propia persona la que tome consciencia de su talento y su contribución social. Ese, me parece a mí, es el verdadero logro transformador para la vida de cualquiera.

@rociocelisr

cuentasconmipalabra.com