Progreso y sostenibilidad garantizan la competitividad a largo plazo, y para ello debemos reforzar los distintos sectores que componen la economía. No se trata de demonizar al sector terciario, que ha asumido la responsabilidad del poco empleo que se ha creado en Canarias después de la crisis de 2007, sino de alabar el hecho de haber recogido el testigo en una época nada propicia para ello.

Se trata de buscar una solución para el resto de sectores económicos, y la forma de interactuar entre todos. La lenta recuperación del empleo puede deberse a que la economía real pasa su propia crisis, aparte de la financiera, y tiene que adaptarse a una nueva revolución industrial, tecnológica, medioambiental, comunicativa y energética.

Debemos poner en marcha un sector de la construcción renovado por su aportación a la riqueza y el empleo. No se trata de aprobar inversiones públicas o privadas de manera anárquica, sino que debemos conjugar estas, con los cambios de hábitos de los consumidores.

Las infraestructuras no son una armazón, sino el nexo entre producción y consumo, comunicación y energía, oferta y demanda. Una construcción nueva o la modernización de edificios inteligentes y adaptados a las nuevas energías, de las zonas comerciales, de las áreas turísticas obsoletas y las actuaciones medioambientales o de accesibilidad darían una segunda oportunidad al empleo de muchas personas, y prepararán a las Islas para las necesidades y demandas de los consumidores, tanto residentes como visitantes.

La economía canaria no debe convertirse en un museo ni el consumo es una fiesta de cumpleaños perpetua.