Aquella guagua, la única que había en los años 1938 a 1949 en la isla, hacía el recorrido entre Valverde y el Puerto, llegando también al Pinar, Frontera y El Mocanal. Guagua que se averiaba con frecuencia y sus paradas en la subida del Puerto hacia la Villa eran obligadas, no porque tuviera que dejar algún pasajero, sino porque su motor se calentaba, y la opción era esperar a que se refrescara pera reiniciar la marcha. Una marcha lenta, parsimoniosa, que hacía que tardase alrededor de hora y media para recorrer los diez kilómetros.

Los días de correo, cuando traía a Valverde el pasaje y las sacas de correspondencia, eran un aliciente, y los chiquillos, una vez que llegaba a la punta de la carretera, correteaban detrás de ella, y los más atrevidos se encaramaban en la escalera posterior, que conducía al techo, donde se apilaban maletas y bultos.

La familia Lima Rodríguez era copropietaria y la que conducía la "Diamond", y una vez que fuimos a La Dehesa por la fiesta de los pastores, era tanto el frío que hacía que la guagua no arrancaba, y tras aplicarle un soplete para calentarla hubo que hacerlo con la manivela (el beo), siempre un peligro por las frecuentes fracturas de la cabeza del radio que producía.

Más tarde llegaron las dos Morris. Una de ellas se conocía por la "guagua chata", pero hasta esa fecha la "Diamond" era la que se esperaba y entusiasmaba desde que se divisaba, alongados al muro de don Claudio doblando la curva de Asabamos, o los domingos por la mañana cuando se acercaba al Tamaduste con su "pita" por la carretera, bajo el roque de las Campanas. Siempre traía alguna novedad, cuando la novedad era ella misma.

En aquellos años le acompañaban en la isla pocos vehículos, unos contados camiones y otros tantos coches particulares o de pasaje; pero la guagua "Diamond" gozaba de una simpatía única, porque traía la correspondencia, la carta esperada o la noticia imprevista, y a los viajeros, aquellos a los que se deseaba saludar o reencontrar.

La guagua "Diamond", en sus últimos años, se averiaba con frecuencia, por lo que más de una vez hubo que habilitar un camión con amplia carrocería, donde se improvisaban bancos de madera cerca de las barandas para que los pasajeros pudieran agarrarse y así no tener ningún contratiempo desagradable.

Cuando contemplamos con la mirada de la memoria los acontecimientos por los que pasó la isla, que fueron carencias, hoy superadas, y una de ellas fue aquella vieja guagua que con sus "runruneo" comunicó los pueblos de la isla y el puerto de La Estaca, es sano para esa misma memoria que funcione como reflejo de un viejo tiempo.