El 30 de julio se celebra una de las fiestas nacionales de Marruecos: la conmemoración del decimosexto aniversario de la exaltación al Trono de Mohamed VI.

La furia del huracán islamista que asuela el mundo musulmán, una de las grandes fronteras que no traspasa, salvo contados y antiguos atentados, es la de Marruecos. Ocurrió algo parecido con el Imperio Otomano, que fue capaz de llegar a las puertas de Viena, pero no a las jerifianas. Tampoco supimos nada de aquellas prometedoras primaveras árabes para los ingenuos europeos, que fueron semilla de Estados fallidos, infames desmanes y desestabilización. Por algo Marruecos es quizá el Estado más antiguo de África, y el primero en reconocer la independencia de EE.UU.

Ocurrió evidentemente antes de las aventuras coloniales europeas a raíz de la Confederación de Berlín de 1860, fecha del reparto el pastel africano. A España se le entregó el Sahara, que demoró unas ocho décadas ocuparlo entero, que ni era pueblo, porque el elemento social estructurador y de lealtades son las tribus (se puede hacer una prueba: preguntar a un saharaui a qué tribu pertenece; se le iluminará la cara), ni mucho menos nación, porque ese concepto burgués y europeo no existía entonces en ninguna parte de África.

A pesar de que el ejército del FNL argelino dio un golpe de Estado para evitar el triunfo democrático del islamista FIS, su territorio es un avispero de grupos terroristas islamistas con fronteras porosas a sus andanzas, tras matanzas -recíprocas- que superan en cientos de miles todas las habidas en la guerra del Sáhara. Dónde queda en todo esto el Polisario y la RASD en un mundo que ya ni existe. En unos principios de autodeterminación que fueron devorados por la historia, al punto que la propia ONU considera el conflicto asunto bilateral: decisión de Marruecos-RASD.

La actualidad de Tinduf es curiosamente sobre otro censo (menos claro que el de las negociaciones de las dos partes): sobre el número real de saharauis que siguen en los campamentos y el desvío y negocio de las ayudas humanitarias por todo el Sahel. Argelia mantiene también esa apuesta ante un Sáhara marroquí cada vez más desarrollado.

Se da la casualidad de que en Marruecos triunfaron los islamistas moderados que gobiernan y los partidos siguen legalizados. Incluso hace unas semanas podía verse por televisión una manifestación de mujeres en Rabat con faldas y sin pañuelo. Una imagen muy refrescante y prometedora.

Mi felicitación al cónsul de Marruecos en Canarias y su nación.