Hace pocos días el Cabildo herreño nos daba la buena nueva de que la isla de El Hierro es, desde ya, una isla autoabastecida completamente con energías renovables.

Con ello, Belén Allende, la nueva presidenta del Cabildo, culmina con éxito la obra iniciada por Tomás Padrón.

Esta obra convierte a El Hierro en la primera isla -algunos dicen que del mundo- en la que toda la energía utilizada en el desarrollo de su vida activa procede de energías limpias.

Y no es sólo por este nuevo avance por lo que El Hierro merece la calificación de "Isla Singular"; desde siempre ha tenido, y tiene, particularidades difíciles de encontrar en otros lugares que permiten acreditarla como isla casi única.

No es este sencillo artículo periodístico el sitio adecuado para detallar las excepcionalidades que esta isla conserva.

¿O no es excepcional que ya Claudio Ptolomeo haya hecho pasar por su punta de Orchilla el meridiano cero, o meridiano origen desde donde medir las longitudes geográficas, por ser la tierra más occidental del entonces mundo conocido?

Allí se alza actualmente el esbelto faro de Orchilla, cuyos destellos siguen dando el último adiós y la primera bienvenida a los barcos que van y vienen de América siguiendo ese rumbo.

¿Y qué me dicen del Garoé, el árbol canario del que han escrito plumas tan importantes como la del padre Feijó, Benzoni, Viana, De-Bry, Berthelot o Viera y Clavijo? El árbol sagrado de los herreños que devolvía la humedad absorbida de las nubes en forma de agua pura y cristalina para que los aborígenes herreños, los bimbaches, saciaran su eterna sed.

Y así podríamos seguir hablando de los grabados rupestres del Julan, la Candia o la Caleta; de los lagartos de Salmor; del Lajial Liso, el conjunto de todas las diversas formas de lavas cordadas que nos proporciona la lava pahoehoe en Tacorón, y que tendríamos que llegar a las islas Hawaii, en el océano Pacífico, para encontrar algo de similar belleza. También tendríamos que hablar de las peculiares sabinas, esos árboles añejos que, azotados por el viento, se defienden retorciendo sus troncos y adoptando las más caprichosas figuras. Dejemos para mejor ocasión hablar de todo ello.

Hoy sólo quiero manifestar la esperanza que abrigamos los herreños de que las nuevas autoridades despierten la isla, potenciando la vida agrícola, ganadera y pesquera; la vida comercial, industrial y turística, y dedicando especial atención a la vida cultural, hasta ahora tan poco atendida.

No es poco lo que se les pide, pues pretendemos que esa dinamización de la Isla se lleve a cabo, sin perder por ello que El Hierro siga teniendo una calidad de vida en la que sea posible: mirando al cielo ver las estrellas, escuchar la voz del silencio y bañarse o bucear en un mar de fondos limpios donde se puedan contemplar peces nadando tranquilamente.

En definitiva, deseamos que El Hierro siga siendo una isla singular.