Una vez más, y no me alegro, al contrario, me entristezco profundamente, el Ranking Académico de las Universidades del Mundo (ARWU), más conocido como Ranking Shangai, divulgado recientemente por el Centro para las Universidades de Primera Categoría en la Universidad JiaoTong de Shanghái, vuelve a dejar en evidencia la enorme carencia del sistema universitario español. Se trata, sin duda, de una realidad multifactorial que representa un fracaso colectivo que, como universitario que siempre he sido, creo conocer y, con la experiencia que acumulé, pienso que representa uno de los puntos negros más dramáticos del periodo de democracia que estamos viviendo en este país, con las consecuencias posteriores que del mismo se puedan extraer.

Creo incluso que la educación es un fracaso colectivo sin paliativos (informe de Pisa) y que no debemos esperar más para tomar soluciones drásticas que impliquen empezar a ver sus efectos en varios años, los menos posibles.

La nivelación a la baja para alcanzar un falso igualitarismo está afectando de forma clara los resultados finales, pues se asume fácilmente una promoción automática de los alumnos, la posibilidad de obtener el título con asignaturas suspendidas o la reducción del bachillerato en dos años. Son asuntos estos que están corregidos en el nuevo sistema de enseñanza aprobado, pero problemas que ha heredado también la universidad.

Creo que siendo europeos de primera como somos y teniendo un espacio superior universitario europeo como es el Plan Bolonia, existe posibilidad de corrección y estoy convencido de que seríamos pioneros si la acometiéramos con un plan europeo no universitario de mínimos, en donde los localismos no influyan desfavorablemente en la formación de nuestros alumnos, para así acercarnos al citado Plan Bolonia de una manera sensata.

Esto, que es novedoso, lo hemos hablado con muchas autoridades universitarias, académicas y políticas. Estamos convencidos de que puede ser un gran acicate para mejorar. Sería importante introducir estos temas de discusión en la sociedad y que sirvan para realizar una confrontación creativa y conseguir soluciones, que las hay, para invertir el desmoralizante resultado de que no existe ninguna universidad española entre las 100 y solo 13 entre las primeras 500 del mundo.

Como siempre, Estados Unidos es la primera, situando a 46 entre las 100 primeras; de forma inequívoca, la número uno en los últimos años sigue siendo la Universidad de Harvard, que conozco muy bien.

Creo que los ránkings sirven y deben de seguir existiendo porque consiguen que exista evaluación continua y porque, además, incentivan el comportamiento adecuado de profesores, alumnos y dirigentes universitarios.

También creo que es oportuno afirmar que los ránkings globales deberían tener un capítulo por departamentos universitarios, pues podrían salir a la luz también los grupos de trabajo de primer orden mundial, en donde España, por ejemplo, cuenta más de veinte con esa categoría, como es el caso de la Astrofísica, la Biomedicina, los trasplantes, etc.

No todo puede ser dinero (estamos en la media europea). No todo es tener muchas universidades, ya que tenemos el doble que Alemania, que, sin embargo, es un país con dos veces más habitantes que nosotros.

Un estudio publicado por The Economist en 2005 aludió al Ranking Académico de las Universidades del Mundo, ARWU, como "el ranking anual más utilizado por universidades de investigación en todo el mundo" y es considerado el ranking internacional más influyente por su metodología científicamente sólida, estable y transparente. Debemos escalar posiciones en esta clasificación, lo que redundará en beneficios para todos.

Hay que ponerse manos a la obra sin perder más tiempo. Tenemos que consensuar entre todos una reforma seria y profunda, una reforma conceptual, buscando un pacto por la educación para conseguir que las universidades cumplan sus objetivos principales, que son, para mi humilde opinión, crear hombres y mujeres libres y empleables donde la investigación y la innovación sean el motor del verdadero cambio social.

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