¿Por qué las chicas no quieren ser ingenieras? La pregunta interroga sobre una preocupación creciente en las universidades españolas en las que se están perdiendo alumnas en estos estudios. Según los últimos datos del Ministerio de Educación que publicó El Mundo, las mujeres son mayoría en la Universidad, el 54%, pero solo representan el 25% de los estudiantes de Ingeniería. Y los colegios profesionales contabilizan dos ingenieras por cada ocho ingenieros. La información explica que la inquietud por estos porcentajes no se limita a España. En Estados Unidos solo hay un 14% de ingenieras. Las chicas están -siguen- optando mayoritariamente por otras ramas como las Humanidades o el Magisterio. Y esto a pesar de que las carreras con más futuro laboral son las relacionadas con las Ciencias, la Tecnología y la Ingeniería.

Yo tenía la idea equivocada de que la brecha de género en este sentido se estaba acortando. Nada que ver. Así que me ha movido también el interés por saber qué les pasa a las chicas que se distancian de las matemáticas casi por sistema.

He leído un puñado de razones que tratan de explicarlo. Que si escasean los referentes femeninos en Ciencias (¿no será que son más bien invisibles?). Que si no terminan de ver el sentido social del trabajo en estas áreas... Pero de todos los argumentos que he encontrado, el que me ha parecido más revelador es el siguiente: "Una percepción errónea aleja a las mujeres de la ciencia".

Lo cuenta con detalle la revista tendencias21.net. Un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin con datos, entre otros, del Informe PISA de ochenta y seis países constata que "no existe diferencia alguna en las capacidades matemáticas de niños y niñas". Dicho esto que se me antoja evidente, los autores de la investigación advierten que la clave está en los estereotipos. "El mero hecho de estar en una cultura que señala que los hombres son mejores que las mujeres para la ciencia y las matemáticas es suficiente para que las más capacitadas elijan seguir otro camino". Y además se cita otro trabajo posterior de la Universidad de Florida. En este caso los investigadores hablan del "riesgo de una percepción errónea concreta en las niñas: la creencia de que la capacidad para las matemáticas difíciles es algo que se tiene o no se tiene, que no se puede adquirir". Y "esta idea está impidiendo actualmente a muchas niñas optar por una especialización en Física, Ingeniería, Matemáticas o Informática".

Según esto, a la hora de elegir sus estudios, a las adolescentes les pesan las expectativas. Hacen lo que se espera que hagan. E interpreto que la influencia del entorno determina también lo que ellas mismas esperan que pueden hacer. Lo que le pasaría a cualquier persona a quien se le genera falta de confianza, mientras nos perdemos su insustituible talento, su irrenunciable aportación.

En la mitología griega se narra la historia de Pigmalión, que ahora no me entretengo en contar, pero que da nombre a algo que se conoce como "el efecto Pigmalión". Los entendidos en esto dicen que el efecto tiene lugar cuando motivas, cuando comunicas con tu aliento y tu ánimo lo que esperas de alguien y cómo tus palabras terminan condicionando su comportamiento. Pigmalión sería alguien que cree que eres bueno y capaz en algo y te alienta a conseguirlo.

Sin embargo, como se ve, los "pigmaliones" no siempre están cerca o no siempre están acertados. Se me ocurre que tal vez sería mejor contar también con un "Pigmalión de uno mismo". Una especie de "propio Pigmalión" que nos recuerde cuán competentes somos o cuánto nos bastamos para manejarnos con las matemáticas difíciles o con cualquier situación.

@rociocelisr

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