Cientos de pacientes agolpados en Urgencias, hacinados en los fríos pasillos de algún hospital canario, donde el instante se convierte en eternidad para dar forma al hilo cinematográfico. Con estos mimbres el plató no necesita construcción, tampoco decoración, y ellos lo saben. Basta con el golpe de realidad que adjudica un periódico a través de una imagen certera que hace prescindible el relleno con texto. Comienza así la más mustia superproducción de la factoría patria, aquella cuyo guión ha capitalizado la vergüenza: ser la peor sanidad de España.

Sin extras ni dobles para las escenas peligrosas. Sin Jason Bourne enfrentándose al Servicio Canario de la Salud para que la lista de espera quirúrgica rebaje los 5.000 pacientes en un semestre. Sin irrumpir en la Consejería para exigir al agente Morera un plan estratégico participativo donde la profesionalización y el fortalecimiento del sector público sean el motor de la película, tras el serial de Brígida "la impasible".

En nuestra cinta, los efectos especiales vienen en el paquete, con un reparto que interpreta magistralmente las denuncias de sindicatos durante los picos de asistencia ante la falta de almohadas, mantas y espacios para la intimidad; sin duda, una nominación perfecta para el apartado del oprobio audiovisual. Debido a la naturaleza de la escena, se ha conseguido dotar a la producción de un realismo extremo, tanto como conseguir que la plantilla de enfermería del Hospital Universitario de Canarias sea de las más bajas de todo el país; se ha llegado a suspender la visita de los familiares a los enfermos durante una mañana para no complicar la labor de los sanitarios, o que los pacientes esperen años por una prueba diagnóstica.

Mientras Matt Damon centra el foco informativo con otra de la saga Bourne en la plaza de España, un nuevo episodio del "Inquietante caso de la sanidad canaria" se rueda en La Cuesta, con cientos de laguneros exigiendo la apertura de su centro de salud, previsto para el 1 de septiembre bajo juramento de la Administración canaria, la misma que aseguró el funcionamiento completo de los hospitales del Norte y del Sur en una suerte de promesas incumplidas.

Tras acabar el rodaje, se apagan las luces y queda la realidad, aquella que machaca y recuerda que no existen extras ni actores secundarios; tampoco directores de gorra desteñida y café que ponen fin a los créditos. En cambio, sí permanecen los 23.800 profesionales sanitarios que con su esfuerzo garantizan el servicio público a una población que no ha merecido la gestión bipolar del principal bastión de una sociedad justa.

@LuisfeblesC