En estos momentos, siento la necesidad de escribir estas líneas pensando en la figura prevalente de la mujer del político. Figura que, estimo, no ha sido ni es lo suficientemente valorada y ensalzada.

Durante los años que llevo navegando en las procelosas aguas de la política, siempre he tenido a mi lado, y permítanme esta pequeña licencia, la figura de una mujer (mí mujer), gracias a la cual, a pesar de sus sonoros silencios y rebeldías, siempre ha apoyado mi posición en el único camino que ambos hemos estimado que merece la pena recorrer: la defensa del ciudadano, bajo un criterio básicamente humanista.

Y lo que he vivido y he sentido en primera persona estoy convencido de que se ha proyectado y se proyecta al resto de los políticos que conviven con sus mujeres. Desde mi punto de vista, son auténticas heroínas en este largo y sinuoso camino donde se alternan alegrías y sinsabores, ilusiones y decepciones, luces y sombras. Camino que atravesamos, a veces contra corriente, aquellos que formamos parte del panorama político.

Permanentemente están en la sombra sacrificando su tiempo y confundiéndolo, a veces, con el nuestro, a fin de protegernos de los ataques de aquellos que intentan destruir y acallar nuestras conciencias.

En estos momentos históricos y apasionantes que atravesamos, la figura de la mujer del político desde las bambalinas resalta sobre cualquier otra. Aconsejan con esa fina sensibilidad e instinto del que la naturaleza las ha dotado, para que en el escenario político donde se convive, hacernos más fuertes, más ponderados y ecuánimes en la forma de proceder.

Por todo ello, estimo que se debería acentuar el reconocimiento de quien ha puesto por encima de su interés personal, familiar y profesional, el de su compañero de viaje.

El hacer político se desarrolla en un escenario que en ocasiones se convierte en un ring por mor de aquellos que no reconocen los resultados democráticos de unas elecciones.

Y es entonces cuando la mujer del político emerge y se transforma, en el combate democrático que con cierta perplejidad vivimos, en fieles ayudantes, quienes contribuyen en el fragor de la enconada lucha a animar y a seguir peleando sin desaliento para que exista un solo vencedor: la democracia con mayúsculas, cuya piedra angular se sustenta inequívocamente en la soberanía popular.

De esta forma, con su apoyo incondicional se conseguirá que desaparezcan, o al menos que se minimicen al máximo, las injusticias sociales que actualmente aún padece gran parte de la población y que gravita básicamente en los más desfavorecidos.

Es cuando la mujer del político se proyecta para algo tan obvio y justo como que cada persona por el hecho de serlo tenga cubiertas las necesidades mínimas para poder vivir y convivir con dignidad. Entonces es cuando podremos decir que se ha superado la llamada crisis donde el concepto económico, desde mi punto de vista, queda condicionado por el de valores.

*Abogado y expolítico