En un artículo reciente Felipe González afirmaba que el nacionalismo étnico catalán recordaba a los regímenes totalitarios de los años 30 en Europa. Aludidos y esa masa acrítica de equidistantes, sonrientes, sentimentales, "buen rollistas", pusieron el grito en el cielo. ¡Cómo se podía comparar...! No dieron argumentos de que no se pudiera hacerlo, simplemente propugnan horizontes políticos dominados por la total aceptación de cualquier acción. La inocencia de la mera voluntad. Son los que tienen la cosmovisión mágica de que todos los problemas en realidad son malentendidos. No conciben que con tanto bienestar puedan desatarse imponderables. Que todo puede arreglarse con rogativas, todo es soluble: diálogo mágico. Que es lo que falta en Siria, Irak, Venezuela, Rusia..., incluso en la vida diaria. ¡Cuidado, que se intentó dialogar con Hitler!

Ha tenido que salir Félix de Azua en defensa de Felipe González diciendo que así como el Papa Francisco no tiene más remedio que aceptar el divorcio, el nacionalismo étnico de momento ha de mantener la democracia. No sé si hemos observado que ya no se producen los clásicos golpes de Estado, sino que los desmantelamientos democráticos son más sinuosos pero igual de eficaces, al punto que se entronizan pseudomonarquías de facto hereditarias. Así la democracia formal ahora es a la carta, unas leyes sirven pero otras se desacatan, las instituciones, organismos, los media públicos (y privados) son parciales y excluyentes, reniegan de su propia legitimidad y de la ley; del juego democrático se ha expurgado la pluralidad real, el respeto escrupuloso a las minorías (o mayorías), la disidencia es de enemigos, las división de poderes es solo formal, la suplantación del poder institucional por contrapoderes populares subvencionados y esclavos es algo que también ocurre en Venezuela. Puro monolitismo, chavismo catalán. Siempre con la toma de la calle por la masa. Lo que nadie imaginaría en Suiza, Suecia, Noruega, Estados Unidos o Canadá. Es más propio de nazis, fascistas, soviéticos y cubanos.

Es muy repugnante ver a la masa marcando el paso uniformada, rugiente, sugestionada, ávida de contacto y sudorosa, disuelto todo criterio y autonomía individual en las procelosas aguas de una marea que solo evoca a todos los totalitarismos. Elías Canetti en "Masa y poder" ya advirtió: "La compulsión de crecer es la primera y suprema característica de la masa. Esta aspira a incorporar a todo el que se ponga delante". Puro totalitarismo como en La Habana, Moscú, Roma y Berlín ensayado a lo bestia en la calle; Barcelona les ha dejado pequeñas.