Existe un lenguaje que no permite la exactitud, pero que resulta muy adecuado para comprender el paisaje interior del ser humano. Es el idioma de la sabiduría que, por medio de imágenes de lo real, cautiva el alma y la deslumbra con la belleza de lo verdadero; el de esas metáforas que Unamuno buscaba en el mar cuando acompañaba a los pescadores, durante su destierro en Fuerteventura. Así que hoy toca pensar por cuenta propia, porque el lenguaje del silencio solo fructifica con la meditación personal, y es entonces cuando se crece interiormente.

Para la tarea de adentrarse en las galerías del alma, me serviré de Christian Bobin, un pensador y poeta francés contemporáneo, que sobre su propia escritura afirma: "La lengua es un vaso de cristal. Me gusta el sonido que hace cuando choca con mis dedos. Las palabras son la vibración feliz del silencio. Perdóneme por hablar sólo con imágenes. Soy incapaz de contestar razonablemente a estas preguntas sobre mi manera de escribir". Porque para tratar, por ejemplo, de la cultura, de cómo anda nuestra capacidad de amar, del conocimiento propio o de Dios, me parece un estilo apropiado. También, partir de ciertas actitudes interiores: "El corazón necesita lentitud, secreto, atención, paciencia". Así lo asegura este autor francés, y añade que alcanzaremos "eso que necesitamos en nuestro tiempo, oír el ruido del origen de las almas".

El primer alimento para robustecer nuestra intimidad, y para conseguir escapar del mundo ramplón en el que habitan tantas personas, será la lectura. Sin ella, llegamos a lo que con ironía y pluma maestra describe Bobin: "Los que no leen forman un pueblo taciturno. Los objetos ocupan el lugar de las palabras: coches con asientos de cuero cuando hay dinero, figuritas sobre tapetes cuando no lo hay". Porque en el fondo, "una vida sin lectura es una vida que nunca abandonamos, una vida amontonada".

Jacques Philippe asegura que "una verdad antropológica sencilla pero fundamental es la siguiente: el hombre vive las palabras que le habitan". Y en la misma dirección, nuestro pensador residente en la Borgoña también nos aporta una aclaración fecunda: "Porque el amor y la palabra salen del mismo lugar: el corazón". Ambos vienen a decir que cada ser humano necesita tanto alguien que lo escuche como alguien a quien oír. Y esta cuestión, tan propia de este idioma interior, nos sirve para comprender que otra de las energías necesarias para la interioridad humana nace de nuestra mayor o menor capacidad para la donación.

Bobin afirmará que "amar a alguien es leerle. Es saber todas las frases que están en el corazón del otro y al leerlas, liberarlas. Es desplegar su corazón como un pergamino y leerlo en alto, como si cada uno fuésemos un libro escrito en un idioma extranjero". Y también, nos explicará que "lo más terrible que pueda suceder, entre dos personas que se aman, es que una de las dos, piense que ya lo ha leído todo y se aleje".

Pero esa advertencia no es la única consecuencia, pues este pensador anotará también una sentencia paradójica: "Hay que pasar por alguien para alcanzar la parte más secreta de uno mismo". Y en este tiempo tan poblado por jóvenes narcisistas, me parece que resalta la importancia de la atención a los demás, también como necesidad para el necesario conocimiento propio.

@ivanciusL