El problema de las colas y los atascos en las carreteras de Tenerife, principalmente en la autopista del Norte, ha vuelto a poner sobre la mesa la situación en la que se encuentran las principales vías de comunicación de la Isla. Un asunto que no tiene una solución fácil, ni tampoco rápida, y que quizás por ello precisa de la unidad de toda la sociedad para hacerle frente, empezando por las fuerzas políticas tinerfeñas, algo que hasta el momento no sucede. Una unidad mucho más urgente cuando desde la isla redonda ya se han puesto manos a la obra para tratar de boicotear cualquier atisbo de avance en la resolución del problema. Ahí están, por ejemplo, las reacciones que ha generado el viaje a Madrid del presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, con el fin de negociar con el Ministerio de Fomento un mayor esfuerzo presupuestario para las obras del anillo insular de carreteras. ¡Qué pronto apareció en su boca la palabra desequilibrio! Nada que objetar, en cambio, si la aportación estatal va a parar a La Aldea o a una nueva variante de la circunvalación de Las Palmas. Por eso es indispensable que Tenerife camine unida para la consecución de este objetivo. Hay que dejar a un lado las diferencias políticas, e incluso personales, para dar con la solución a una cuestión compleja. Sirvan como ejemplo las declaraciones realizadas en los últimos días por el presidente de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife y el director gerente de la patronal del sector de la construcción, quienes han hecho un llamamiento en defensa de las negociaciones realizadas por Alonso en Madrid y en favor de que se lleven a cabo cuanto antes los proyectos de carreteras previstos desde hace años para Tenerife, pues la sociedad de esta Isla está cansada de esperar y sufrir las consecuencias de tanta demora. Juntos se podrá hacer frente a los inconvenientes, unas veces presupuestarios y otras burocráticos, que están poniendo tanto desde el Gobierno canario como del estatal. Cada uno por su lado será difícil avanzar y se le estará haciendo el juego al Ejecutivo central y al desenfrenado insularismo canarión.

También hay que apelar a la unidad y a la valentía política en el caso de la apertura dominical de los comercios en Santa Cruz y el conflicto originado por la solicitud de ampliar la Zona de Gran Afluencia Turística de la capital tinerfeña. Como manifestaba ayer en EL DÍA el vicepresidente de Ashotel, Gabriel Wolgeschaffen, se trata de elegir la ciudad en la que se quiere vivir y si esta es turística o no. Una vez tomada la decisión, lo que no se debe hacer es poner limitaciones. Si de verdad se desea vivir en una ciudad dinámica, los comercios tendrán que estar abiertos, para que la gente que visita la capital vea movimiento en sus calles. Al ayuntamiento le corresponde adoptar las medidas necesarias -como ha venido haciendo hasta ahora los primeros domingos de mes-, para que puedan convivir las grandes superficies y los pequeños y medianos comercios. De momento, es una buena idea que, al menos durante la temporada alta de cruceros, puedan abrir tanto unos como otros todos los domingos. De esa experiencia se podrán obtener conclusiones y corregir aquellas cuestiones que hacen que las pymes sean reacias a esta iniciativa. Es absurdo que por culpa de unos pocos la ciudad no avance y se la termine comiendo la desidia.