Nadie da el paso para que miles de ciudadanos puedan salir de compras por su ciudad los domingos y festivos. Es de una aplastante obviedad que los consumidores pueden comprar mejor precisamente cuando no están trabajando. Se habla de una libertad comercial que no existe. No se permite a los comercios abrir domingos y festivos aunque algunos estén dispuestos a hacerlo. Los demás no los dejan. Es lo del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Las razones para impedir la libre apertura van cayendo derribadas por el paso del tiempo y quienes quieren poner puertas al campo acabarán en los museos. Habituar a los ciudadanos a que sus comercios abren los domingos y aprovechar los ocasionales cruceros turísticos es algo que terminará pasando tarde o temprano pese a la resistencia de quienes quieren mantener las costumbres del pasado.