He leído que el elemento esencial en el proceso de aprendizaje es la emoción. Lo afirma con rotundidad un científico llamado Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Complutense y que básicamente es un investigador en neurociencia. La neurociencia es, por lo que he sabido, una materia que domina ampliamente, en ella se doctoró por la Universidad de Oxford. Es autor de una larga lista de libros con títulos muy sugerentes: "¿Enferman las mariposas del alma?", "¿Está nuestro cerebro diseñado para la felicidad?". Me entran ganas de leerlos, sobre todo después de la entrevista que le hicieron en El Mundo acerca de su última publicación, que se llama "Neuroeducación". De ahí es de donde he sacado la primera frase de este artículo.

El periodista explica que en este nuevo libro que acaba de editar, Mora "rastrea los ingredientes de la educación" como la curiosidad, la atención, la memoria o la emoción, y los analiza por separado. Y luego describe al científico como alguien que escribe como habla: sencillo pero sin concesiones. Por esto, seguramente, el experto en Neurociencia no titubea ni especula cuando señala que, de todos esos elementos que intervienen mientras aprendemos, el que resulta esencial es "la emoción, sin duda". Y añade que "solo se puede aprender aquello que se ama, aquello que te dice algo nuevo, que significa algo, que sobresale del entorno". Y concluye: "Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria".

Según señala, la neurociencia nos indica, a través del estudio de la actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que "solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que genera emoción, que es diferente y sobresale de la monotonía". Y, lo que más me llama la atención, aquello que produce alegría. Francisco Mora se refiere a "la alegría como base del aprendizaje, del juego, de la atención y el despertar de la curiosidad". El investigador insiste en que entender esto, desde la perspectiva de cómo funciona el cerebro, "es un primer principio básico de la enseñanza con el que se puede llegar a aprender y a memorizar mejor". Y aprender y memorizar constantemente es vital para todo ser vivo. Es la forma de progresar y evolucionar de los seres humanos.

Y dos apuntes más entre tanta neurociencia que me parecieron determinantes. Uno, que aprender y memorizar es un instrumento con el que cada persona modela constantemente su cerebro (así, en sentido literal) y lo hacemos a lo largo de toda nuestra vida. Y dos, que nuestro cerebro utiliza todos sus recursos de genética y entrenamiento cada vez que nos enfrentamos a la solución de un problema o en un proceso de aprendizaje (lo de que solo usamos un diez por ciento de nuestras capacidades es solo un mito, dice Mora).

Emoción, alegría, aprendizaje, memoria, progreso, evolución, constancia, capacidad. Si tuviera que subrayar términos esenciales de esas pocas líneas de entrevista me quedo con esta sucesión de palabras. Por mi trabajo observo a menudo con admiración cómo personas adultas en su entorno laboral se muestran no solo dispuestas a pasarlo bien jugando, sino a tomarse el juego (un juego de adultos, naturalmente) completamente en serio. Y cómo a través de la participación en dinámicas sanas y divertidas, los que somos ya maduritos somos capaces de ir aprendiendo, cayendo en la cuenta de cuánto podemos avanzar juntos, de cuáles son nuestras fortalezas cuando nos asociamos o de lo competentes que somos afrontando retos y buscando soluciones.

Ante tanta tristeza y barbarie que nos inunda de tanto en tanto, ante tanta pena, desconcierto, estupor..., entrevistas como la del científico Mora nos rescatan estos días. Una bocanada para la alegría, el talento y la esperanza.

@rociocelisr

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