El primer debate de candidatos a la presidencia del Gobierno de España fue un duelo a primera sangre. Los tres líderes que participaron -Sánchez, Iglesias y Rivera- se hicieron un daño moderado y respetuoso. Nada grave e irreparable. Estaban encantados de conocerse a sí mismos, aunque alguno de ellos no saldrá con el pellejo intacto del 20-D.

El gran incomprendido fue Mariano Rajoy, al que han puesto a parir por no haber ido al debate. Y es que no lo comprenden. El líder del PP tiene un espíritu ascético que bebe en la mística de los grandes santos. Él tiene una manera de estar sin estar, a lo Teresa de Jesús. Por eso dejó el atril vacío. Para que se rellenara con el espíritu del ausente, que siempre es mucho mayor que el del presente.

Y lo mejor que hizo fue estar "in absentis". A ver lo que pintaba allí un abuelo con todos aquellos jóvenes sobradamente sobrados. Le hubieran dado una felpa importante. Fue un buen debate tramposo. Porque los españoles no elegimos presidente de Gobierno. Eso lo hacen después los partidos con nuestro voto. Y acaso estas sean las primeras elecciones en las que veamos un presidente que no será el más votado por los ciudadanos.

Seguir el debate por internet desde Canarias fue una odisea. La señal se colgaba. Debe ser porque el cable es muy largo y estamos muy lejos. O viceversa. Pero del debate de El País lo mejor fue el formato, la agilidad y la frescura. Estuvo francamente -con perdón- bien. Los políticos hicieron lo que se esperaba de ellos. En su papel. Se escucharon las cosas de siempre dichas por nuevas voces, que en lo tocante a la política española es algo extraordinario. Se habló de cargarse ese inútil Senado de una vez por todas. De reformar la ley electoral para que podamos votar listas abiertas. De reformar la Constitución de una puñetera vez. De hacer un pacto por la Educación que acabe con las reformas y contrarreformas que han convertido el sistema educativo nacional en una carajera cambiante. De la independencia de los jueces, que se han convertido en un brazo desarmado de los partidos políticos...

El momento más intenso fue el de las "puertas giratorias", cuando Iglesias acusó a los políticos que salen del Gobierno para entrar en los consejos de administración de grandes empresas. Los pusieron a parir por jetas. Por supuesto no se habló de los funcionarios que entran en la política y luego salen para reintegrarse en su puesto reservado, con trienios y ascenso de categoría. A lo mejor se toma una sabia decisión para el futuro: el que un día se dedique a la política ya no podrá hacer otra cosa que cargar con ese estigma por los siglos de los siglos. Les pondremos una estrella amarilla cosida en la espalda y andarán por las calles con un báculo y una campanilla. Polvo serán, más polvo repudiado. Casta leprosa cuidadosamente arrinconada mientras fabricamos una nueva hornada de chivos en el impoluto país donde hasta los cines defraudan con los espectadores.