Si hubiera sido un gran espectáculo, pues habría que reconocerlo. No habría sido una Cabalgata de Reyes, pero... Lo que sucede es que la Cabalgata "made in Carmena" fue un fraude porque los Reyes iban vestidos como de Agatha Ruiz de la Prada, pero en hortera; las carrozas valían igual -a lo mejor ese era el objetivo- para el día del Orgullo Gay que para un festival de materiales reciclados; Sus Majestades parecían actores de un mal sainete; no hubo camellos ni otros animales como si estar allí supusiera maltrato; un DJ ponía, en la carroza del ayuntamiento, canciones étnicas que no tenían nada que ver con los Reyes ni con la Navidad; y hasta Baltasar se arrancó no por villancicos, sino por una canción de Guinea Conakry, como si fuera un cantautor pidiendo una oportunidad.

No sólo los mayores, muchos niños preguntaban a sus padres: "Pero ¿de verdad estos son los Reyes? ¡Qué raros van vestidos!". Hubo carrozas de Star Wars y otras de no se sabe qué, y eso no era la Cabalgata de los Reyes, sino otra cosa. Sobre todo por algo más importante: ni una sola referencia en ningún momento, ni siquiera en el discurso del Rey Gaspar al Niño Jesús. El Mago dijo que "siguieron la estrella -tampoco hubo estrella- que marca el nacimiento de un niño". ¿De "un niño"? Esa afirmación no puede ser ignorancia o error. Tuvo que ser premeditada.

Hay que ser fieles a la verdad. El primero que se cargó la Cabalgata de Reyes en Madrid fue Alberto Ruiz Gallardón en su afán permanente de parecer otra cosa y llamar la atención. Pero las mareas que han cambiado los ayuntamientos de las principales ciudades de España -con los votos, eso sí, de millones de ciudadanos- le han superado con nota.

En Valencia, una cabalgata "republicana". En otros lugares reinas en vez de Reyes. Y en Madrid un vodevil que no tenía nada que ver con lo que se conmemora y lo que quieren ver los niños... y los mayores. La perversión del lenguaje, de la memoria y de las tradiciones, ejercida desde instituciones que deberían guardarlas y que deberían ser de todos los ciudadanos y no sólo de quienes le han votado, busca arrinconar no sólo una manifestación religiosa, sino una cultura que está en nuestra esencia.

¿Se atreverían a hacer lo mismo con otras creencias o con otras tradiciones? Una Cabalgata multicultural, étnica, con carrozas futuristas, pero sin el Niño Dios al que fueron a adorar los Magos es, pura y simplemente, un fraude.

Dice el Papa Francisco que los Magos -aquellos, no este esperpento- eran "sabios compañeros de camino. Su ejemplo nos anima a levantar los ojos a la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contemplarnos con una vida mediocre, de "poco calado", sino a dejarnos fascinar siempre por la bondad, la verdad y la belleza..., por Dios, que es todo eso pero de manera sublime". Si el año que viene, siguen por este camino de disfrazar la verdad de la Cabalgata, que no cuenten conmigo ni con mi familia.